இ o53. Uzumaki Nagato.

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En el corazón de Amegakure, la lluvia caía sin cesar

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En el corazón de Amegakure, la lluvia caía sin cesar. Cada gota que tocaba el suelo parecía estar cargada con el peso de un pasado lleno de dolor y sufrimiento. En medio de ese caos de agua y sombras, Nagato, conocido como Pain, observaba desde su torre a la ciudad que alguna vez quiso salvar. Pero hoy, sus pensamientos no estaban en la destrucción que había causado ni en los ideales por los que luchaba. Hoy, solo una persona llenaba su mente.

Tú, eras un misterio para él. Habías llegado a su vida como un rayo de luz en medio de su oscuridad, alguien que no solo había visto más allá de su máscara de poder y dolor, sino que había llegado a tocar lo que quedaba de su humanidad. La conexión que había entre ustedes era algo que él nunca había esperado ni deseado, pero, con cada conversación, cada mirada, se había vuelto imposible de ignorar.

Estabas sentada en una de las salas vacías de la torre, observando las gotas de lluvia deslizarse por la ventana. La tristeza en tu rostro era palpable, una tristeza que reflejaba el sufrimiento que habías visto, no solo en el mundo, sino en el hombre que se escondía tras el nombre de Pain. Tú sabías que él no era solo un monstruo, no era solo un líder despiadado dispuesto a destruir para alcanzar la paz. Había algo más en él, algo que no quería mostrar al mundo, pero que tú habías logrado vislumbrar.

Él entró en la habitación silenciosamente, sus pasos apenas audibles sobre el suelo de piedra. No te giraste para mirarlo, pero sentiste su presencia.

—La lluvia no se detiene —dijiste en voz baja, como si hablarle a la lluvia misma.

Nagato, o más bien Pain, se quedó de pie detrás de ti, sus ojos de Rinnegan fijos en la ventana, aunque su mente estaba muy lejos de la tormenta que caía sobre la aldea.

—No se detendrá hasta que haya paz verdadera —respondió él, su voz profunda y monótona, como si el peso del mundo se filtrara en cada palabra.

Te giraste lentamente para mirarlo. Tus ojos buscaron los suyos, intentando encontrar algo más allá de esa mirada fría y distante. Había días en los que parecía que todo lo que quedaba de Nagato era solo dolor, que todo lo que él representaba era destrucción. Pero en otros momentos, pequeños destellos de vulnerabilidad asomaban, y era en esos momentos cuando podías ver al hombre detrás del líder. Y hoy, lo sentías más que nunca.

—¿Y a qué costo? —preguntaste suavemente—. ¿Cuánta más gente tiene que sufrir para que tú consigas esa paz?

Él no respondió inmediatamente. En su mente, las imágenes de Yahiko, de su pasado, de la muerte y la traición, pasaron como una tormenta. Todo lo que había hecho, todo lo que había sacrificado, había sido en nombre de esa paz. Pero entonces estabas tú, alguien que había entrado en su vida cuando menos lo esperaba, y cada vez que te veía, empezaba a cuestionar si el camino que había elegido era realmente el correcto.

—El sufrimiento es el único camino —dijo finalmente—. Solo aquellos que han conocido el dolor pueden comprender el valor de la paz.

—Y tú has conocido más dolor que nadie —replicaste, dando un paso hacia él—. Pero, ¿es ese el camino que realmente quieres seguir? ¿Es ese el Nagato que Yahiko querría que fueras?

El nombre de Yahiko resonó en el aire como una herida abierta. Él cerró los ojos brevemente, como si al hacerlo pudiera alejar el dolor que siempre lo acompañaba.

—No hables de Yahiko como si lo conocieras —susurró con una amargura que no había querido dejar escapar—. Él murió por mis errores. Y ahora, esta es la única forma en que puedo honrarlo.

Tú te acercaste más, lo suficiente como para sentir el frío de su presencia, pero también el calor latente en su interior, esa parte de él que aún luchaba por no perderse por completo en la oscuridad.

—No tienes que hacer esto solo —le dijiste, con la voz quebrada—. No tienes que cargar con todo el dolor del mundo sobre tus hombros. Yo... yo estoy aquí, Nagato.

Él abrió los ojos y te miró por primera vez desde que había entrado. Sus ojos de Rinnegan, que normalmente parecían tan vacíos y distantes, ahora mostraban algo más. Algo que hacía mucho tiempo había enterrado: miedo, duda... y quizás, solo quizás, una chispa de esperanza.

—No soy el hombre que crees que soy, [T/N] —susurró—. He cometido demasiados errores. He causado demasiado dolor. No queda nada de mí que puedas salvar.

Tomaste una respiración profunda, y con una valentía que ni siquiera sabías que tenías, levantaste la mano y la colocaste sobre su rostro. Al principio, él se tensó, pero no se apartó. Tus dedos acariciaron suavemente su mejilla, como si intentaras borrar las cicatrices invisibles que el tiempo y el sufrimiento habían dejado.

—No creo que seas un monstruo —dijiste con los ojos llenos de lágrimas—. Creo que eres alguien que ha sufrido tanto que ha olvidado cómo sentir algo más. Pero yo lo veo en ti, Nagato. Veo lo que estás intentando ocultar. Y no importa cuántas veces intentes alejarme, no dejaré de verte.

Hubo un silencio pesado entre ustedes, solo roto por el suave golpeteo de la lluvia. Nagato cerró los ojos otra vez, inclinando su rostro ligeramente hacia tu mano, como si en ese pequeño gesto encontrara algo que había estado buscando durante tanto tiempo: consuelo.

—[T/N]... —susurró, su voz rota, llena de emociones que no había permitido que salieran a la superficie en años—. No sé cómo hacer esto. No sé cómo... dejar de ser lo que soy ahora.

Tú sonreíste tristemente, con lágrimas rodando por tus mejillas.

—No tienes que saberlo todo ahora —dijiste—. Solo tienes que permitirte sentir.

En ese momento, Nagato sintió una grieta en las barreras que había construido alrededor de su corazón. Durante tanto tiempo, había creído que el dolor era lo único que lo definía, lo único que podía entender. Pero tú habías entrado en su vida como un rayo de luz en medio de una tormenta interminable, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió pensar que quizás, solo quizás, había algo más allá de la oscuridad.

—Te has vuelto alguien importante para mí —dijo finalmente, sus palabras suaves pero llenas de peso—. Pero no puedo quedarme. Mi destino está sellado, y tú... no debes estar atada a este sufrimiento.

Tu corazón se rompió con sus palabras, pero no apartaste la mirada. Sabías que este momento podía ser efímero, que quizás nunca podrías cambiar su camino. Pero habías visto su verdadero yo, el hombre detrás del dolor, y eso era suficiente para ti.

—No importa cuánto tiempo tengamos —respondiste, con la voz temblorosa—. Siempre estaré contigo, Nagato, en esta vida o en la próxima.

Él no dijo nada más, pero en sus ojos, viste la batalla interna que luchaba. Su deseo de mantenerte a salvo chocaba con el amor que, aunque no lo había dicho en palabras, claramente sentía por ti. La lluvia seguía cayendo, implacable, como si el mundo mismo llorara por el destino incierto que los aguardaba.

Sin más palabras, Nagato se inclinó hacia ti y, por primera vez, dejó que sus labios se encontraran con los tuyos en un beso suave y melancólico. Era un adiós y una promesa al mismo tiempo, un recordatorio de lo que podría haber sido si las circunstancias hubieran sido diferentes.

Cuando se apartó, no hubo más palabras. Con una última mirada, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándote sola con la lluvia, tu corazón destrozado, y la incertidumbre de un amor que tal vez nunca podría ser.

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𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora