இ oo6. Sabaku no Kankurō.

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Si bien en aquellos momentos ninguno de los dos quería hablar para resolver las cosas, igualmente aún por encima de todo ella siempre lo iba a ayudar con sus pequeños atados cotidianos

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Si bien en aquellos momentos ninguno de los dos quería hablar para resolver las cosas, igualmente aún por encima de todo ella siempre lo iba a ayudar con sus pequeños atados cotidianos.

No era la primera vez que lo hacía, en realidad, [T/N] llevaba haciéndolo desde hace muchos años atrás. Cuando eran solamente un par de niños que se preocupaban de cosas realmente mínimas. La relación nunca fue de las mejores. No podían autodenominarse amigos porque ninguno de los dos veía al otro de esa manera. Muy en el fondo de sus corazones, se querían y apreciaban, pero fuera, se insultaban y fastidiaban de manera cargante, superando siempre a la vez anterior.

Kankurō arregló todo lo necesario en su mesita especial para empezar el día. Esa tarde tenían que ir a una misión muy importante que Gaara les había designado tanto a él como a la joven.

— Vamos [T/N], no tengo toda la mañana para esperar a que vengas aquí.

Irritada por el comportamiento de su compañero de equipo, la castaña le tiró un cojín a su rostro, dando completamente en el blanco y desorientándolo por un par de segundos.— ¡Cállate! Tardaré lo que tenga que tardar. Si tanto te molesta, puedes pintarte esa fea cara que tienes tú solo.

— No seas pesada. Sabes que si pudiera pintarme por mi cuenta tú no estarías aquí.

Con molestia el chico recogió la almohada y se la lanzó a [T/N] dándole con fuerza en el pecho. Quejándose en voz baja la morena se recogió el cabello en una simple y desordenada trenza para evitar que su pelo se manchara con las pinturas faciales de Kankurō.

Se colocó delante de él, que en los pocos segundos se había acomodado en su asiento, y cerrando los ojos esperó pacientemente a que su amiga comenzara a maquillarlo.

Aunque el hijo del Kazekage jamás lo admitiera en voz alta, le gustaba sentir la suave y tenue respiración de la chica a pocos centímetros de su rostro. Le encantaba entreabrir con disimulo sus ojos para poder encontrarse con los suyos observándolo concentrada para que todo quedara lo más simétrico posible.

— ¿Qué tanto miras?

Kankurō se paralizó por unas milésimas de segundo antes de poder asimilar que [T/N] lo había descubierto mirándola. Rápidamente hizo trabajar su cerebro para poder responderle de una manera burlona pero ingeniosa.

— A tu cara espantosa, te digo de ya, que no.

La castaña apretó con fuerza sus dientes y el pincel que tenía entre las manos al escucharlo decir aquello. Su personalidad no era la más calmada, y siempre saltaba a la primera de cambio. Aún más con Kankurō, que parecía siempre querer provocarla para verla en su punto máximo de furia.

Torciendo una sonrisa macabra, [T/N] movió con maldad el pincel cargado de pintura sobre los labios del chico, dejándolos completamente oscuros. Este al darse cuenta de que su compañera de equipo estaba pintándolo mal con querer, abrió sorprendido los ojos, entrecerrándolos a los pocos segundos y con un gesto de enfado bastante notable en su rostro.

— ¿Ahora quién tiene una cara espantosa, eh?

Entre risas [T/N] aprovechó que Kankurō aún no se había levantando de la silla para poder seguir pintando mal su rostro. Metió toda la mano en el pequeño bote y plasmó su palma completamente extendida en toda la frente del chico.

— Oh, no. Ahora sí que estás muerta castañita.

Rápidamente la chica de ojos avellanas le tiró al pecho él pincel aún con tinta, para poder huir del cuarto lo más rápido que sus pies pudieran.

No llegó muy lejos.

Cuando estaba dando el quinto pisotón en el pasillo, Kankurō la derribó quedando encima de ella y por consecuencia, manchándola a ella también de su pintura.

— Creía que tenías una rapidez bastante envidiable.

Molesta por el tono con el que Kankurō se había mofado de ella, [T/N] rodó los ojos esforzándose en poder cruzar los brazos aún debajo de él.

— Y yo creía que no necesitabas de mi.

— ¿Quién dice que no lo hago?

— Tu comportamiento, idiota. Siempre andas molestándome, como si odiases que fuéramos compañeros de equipo. Siento decirte que no fue mi culpa que nos hicieran equipo cuando éramos niños.

Las ganas de reír que tenía Kankurō en aquellos momentos pudieron más que con las de ponerse serio y abrirle su corazón a la chica. Sonrojada por pensar que había quedado como una idiota, Suyen jugó bobamente con su trenza, acumulando cada granito de paciencia para evitar volver a hacer el ridículo.

— Tu presencia no me molesta, [T/N]. La verdad es que me siento bastante cómodo cuando tú estás a mi alrededor.— Finalmente luego de reírse tanto, el castaño por fin pudo ponerse serio y explicarle cómo se sentía con ella cerca— Es decir, si no me gustaras como compañera de equipo, no dejaría que siempre me pintases el rostro. Para eso se lo pediría a Temari.

Con una nueva duda en su cabeza, la chica de ojos grandes levantó su mirada y se topó con los de Kankurō abruptamente.

— ¿Entonces por qué no le pides a Temari que te pinte ella?

La respuesta de aquella tan simple pregunta tardó bastante en llegar, y cuando la shinobi ya asumió que su duda no iba a ser aclarada, él habló.

— Porque quiero que lo hagas tú, [T/N].

Impactada por sus palabras [T/N] solamente parpadeó varias veces asimilando sus palabras. Sonriendo lentamente con una sonrisa bastante sincera, unió su mirada con la de Kankurō en un silencio bastante cómodo.

— Entonces... con esto que te he dicho, ¿me vas a pintar bien?

La jōnin rió empujándolo lejos de su cuerpo para poder levantarse.— Vamos a pintarte, bobo.

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𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora