இ o69. Uchiha Madara.

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El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, bañando el valle con un resplandor dorado que cubría los campos de entrenamiento del clan Uchiha

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El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, bañando el valle con un resplandor dorado que cubría los campos de entrenamiento del clan Uchiha. Los niños del clan ya habían terminado sus prácticas, pero uno permanecía en el centro del campo, practicando sin descanso. Madara Uchiha, apenas un niño, pero con un talento que sobrepasaba su edad, respiraba con dificultad mientras volvía a preparar un sello de manos.

Katon: Gōkakyū no Jutsu— exclamó, exhalando una enorme bola de fuego que iluminó el campo. Aunque sus movimientos eran precisos y la técnica impresionante para su corta edad, había una seriedad en su rostro, como si nada de lo que hacía fuera suficiente para él.

Desde la distancia, [T/N] observaba en silencio, oculta tras un árbol. No pertenecía al clan Uchiha, pero había escuchado rumores de los prodigios que nacían en sus filas, y la curiosidad la había llevado hasta allí. Ver a Madara entrenando la dejó sin aliento. La intensidad en sus ojos, la fuerza en sus movimientos... parecía más un guerrero adulto que un niño de su edad.

Cuando la gran bola de fuego se extinguió, [T/N] decidió que era su oportunidad. Dio un paso adelante, pero una ramita bajo su pie crujió, rompiendo el silencio. Madara, con la velocidad y agudeza de un verdadero Uchiha, giró la cabeza hacia el sonido, sus ojos oscuros encontrándose con los de ella al instante.

—¿Quién eres? — preguntó Madara con desconfianza, su voz autoritaria a pesar de su juventud.

[T/N], un poco intimidada, dio un paso atrás, pero decidió que no podía echarse atrás ahora.

—Soy [T/N]... — respondió, mordiéndose el labio inferior por los nervios. —Solo... te estaba observando. Eres muy bueno.

Madara la miró por un momento, sus ojos escudriñándola. No era una Uchiha, eso era evidente, pero tampoco parecía ser una amenaza. Aún así, él mantenía su guardia alta.

— ¿Qué haces aquí?— insistió Madara, sin relajar su postura.

—Solo quería ver — dijo ella, con sinceridad. —He oído hablar mucho de los Uchiha y de sus habilidades. Nunca había visto a uno entrenar antes.

Madara alzó una ceja, aún analizando sus palabras. Pero detrás de la dureza en su mirada, algo en su corazón se suavizó. A menudo entrenaba solo, sin que nadie lo viera, pues sus propios compañeros no podían seguirle el ritmo. Esta chica, aunque no pertenecía a su clan, parecía genuinamente interesada en lo que él hacía.

—No es algo que cualquiera pueda hacer —dijo finalmente, enderezándose, aunque su tono de voz era menos cortante. —El Katon es una técnica que requiere fuerza, control, y determinación. Y no todos tienen ese tipo de poder.

[T/N] lo miró con admiración, aunque también con una pequeña sonrisa juguetona.

—¿Y qué pasa si quisiera aprender? —preguntó, inclinando la cabeza con curiosidad.

Madara parpadeó, claramente sorprendido. No muchos, fuera de su clan, tenían el valor o la capacidad para siquiera intentar aprender las técnicas Uchiha. Pero, por alguna razón que no podía entender, la presencia de [T/N] lo intrigaba.

—No eres Uchiha — le recordó Madara, cruzando los brazos frente a su pecho. — ¿Por qué querrías aprender algo que no podrías dominar?

—Porque quiero intentarlo — respondió ella con firmeza. —Quizás nunca pueda ser como tú, pero eso no significa que no pueda aprender algo. Me pareció increíble lo que hiciste.

Madara sintió un leve calor en el pecho ante sus palabras. Nadie había hablado de sus habilidades de esa manera antes. No había adulación en su tono, solo una curiosidad sincera.

—Hm — murmuró, mirándola de arriba a abajo. —Está bien. Acércate. Te mostraré las posturas básicas.

Los ojos de [T/N] se iluminaron de emoción, y sin dudarlo, corrió hacia él, deteniéndose justo a su lado. Madara extendió sus brazos y formó lentamente el sello del tigre, asegurándose de que ella pudiera observar cada movimiento.

—Este es el sello inicial para la mayoría de los jutsus de fuego — le explicó, su tono más calmado ahora. —Es fundamental mantener las manos firmes y concentrar el chakra en tu pecho. Si no lo haces correctamente, el fuego podría ser incontrolable.

[T/N] lo imitó, levantando sus manos y tratando de formar el mismo sello. Sus movimientos eran torpes, pero su concentración era evidente. Madara, observando su intento, sintió una pequeña sonrisa formarse en su rostro, algo que rara vez permitía.

—No está mal — comentó. —Pero necesitas ser más precisa. Aquí.

Se acercó a ella y, sin pensarlo dos veces, tomó suavemente sus manos, ajustando la postura de sus dedos. [T/N] sintió el calor de sus manos, pero lo que más la sorprendió fue lo meticuloso que era, cómo sus ojos se concentraban en cada pequeño detalle.

—¿Ves? — dijo, guiando sus manos con paciencia. —Así deberías hacerlo. Con el tiempo, tus movimientos serán más naturales.

[T/N] asintió, intentando seguir su guía. Aunque sabía que probablemente nunca sería tan talentosa como él, la forma en que Madara le enseñaba la hacía sentir especial, como si, al menos por un momento, fuera parte de algo mucho más grande.

Después de unos minutos, Madara dio un paso atrás y la observó mientras ella repetía los movimientos por su cuenta. Había algo en ella que lo intrigaba. No solo era la manera en que se había acercado a él, sino la forma en que lo miraba, con una mezcla de respeto y curiosidad que pocas veces veía en los demás.

—¿Por qué quieres aprender? — preguntó de repente, sin poder evitar la curiosidad.

[T/N] se detuvo, bajando las manos lentamente. Sus ojos se encontraron con los de Madara, y por un momento, pareció dudar.

—Porque... quiero ser fuerte — respondió, finalmente. —Quiero poder proteger a los que me importan.

Madara la observó en silencio. Esa era una razón que entendía bien. Después de todo, él también entrenaba para proteger a su clan, a su hermano Izuna, y a los pocos que le importaban. Sin embargo, en ese momento, sintió una conexión inexplicable con [T/N], una sensación de que, de alguna manera, entendían las motivaciones del otro.

—Entonces, entrenarás conmigo — declaró Madara con firmeza, sus ojos brillando con determinación.

[T/N] lo miró sorprendida.

—¿De verdad? — preguntó con incredulidad.

Madara asintió, cruzando los brazos de nuevo.

—Si quieres ser fuerte, necesitarás alguien que te guíe — dijo, su tono serio. —Y aunque no seas Uchiha, puedo enseñarte lo que sé... si estás dispuesta a esforzarte.

Una sonrisa brillante se extendió por el rostro de [T/N]. Madara, viéndola tan emocionada, sintió una calidez que no había experimentado antes. Tal vez, sin saberlo, había encontrado a alguien que compartiera su misma tenacidad y deseo de proteger.

Así, en ese atardecer dorado, comenzó una extraña pero profunda amistad entre Madara y [T/N]. Ambos, tan diferentes en origen, encontraron en el otro una fuerza y una conexión que no podían ignorar.

Mientras el viento soplaba suavemente entre los árboles, los dos niños continuaron practicando juntos, ajenos a los futuros desafíos que les esperaban, pero seguros de que, en ese momento, estaban donde debían estar: el uno junto al otro.

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𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora