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Los niños de la aldea corrían jugando a las escondidas. Otros preferían quedarse acostados en el suelo observando el cielo azul y comiendo, disfrutando del bonito día.
Apartado de todos los demás infantes, un curioso castaño se asomaba por las puertas de la entrada de su clan, emocionado ya que iba a ser la primera vez que iba a salir de su hogar para poder conocer la aldea. Y es que los Hyūga eran tan cuidadosos con los pequeños que les prohibían salir o relacionarse con otros niños. Neji, aunque fuese de la rama secundaria, también recaía sobre él aquella ley sagrada para su familia.
Sacudió levemente su cabeza quitándose los recuerdos de los regaños de su padre por haber intentando muchas veces escaparse para jugar con los otros niños de la aldea.
— ¡Quiero tener amigos, papá!
— Todo a su debido tiempo, Neji. Aún no estás listo para salir.
Siempre eran las mismas palabras que él oía de parte de su adorado padre. Neji ya estaba cansado de obtener aquella respuesta tan carente de argumentos. Aún así, obligado, tuvo que esperar a que fuera momento para salir.
Ese día había llegado. Iba a acompañar a su tío a hablar con el tercer Hokage, y el tiempo que tardase su tío en arreglar los asuntos pendientes, él podría jugar con los niños y tener amigos.
— ¡Tío, tío! ¡Vamos! —Ilusionado, el pequeño Hyūga apuraba a su tío para poder salir de una vez por todas de las grandes murallas del clan—.
Ambos pasaron las puertas y comenzaron a caminar rumbo a la oficina del Hokage. Cuando estuvieron a pocos metros, Hiashi se giró hacia su sobrino y le dio una seria mirada—. No te alejes demasiado, y si alguien quiere llevarte lejos, te quedas aquí sin moverte hasta que yo vuelva.
Los tiernos ojos del niño se entrecerraron junto con una enorme sonrisa cargada de emoción—. ¡Sí, tío!
Hiashi asintió una sola vez, para emprender su camino hasta la oficina del Hokage. Mientras tanto, Neji apretó ambos labios con fuerza para reprimir su sonrisa. Estaba tan feliz.
Delante de él pasaron varios niños, que parecían estar jugando a los ninjas. El pequeño Hyūga los siguió, feliz de pensar que podría encajar con ellos.
Pocos segundos tardaron los niños en darse cuenta de que alguien se les había sumado al juego.
— Tú. El niño raro. ¿Quién eres?
Neji miró a ambos lados, hasta darse cuenta de que le estaban hablando a él. Sonriendo levemente, habló—. Me llamo Hyūga Neji, y me gustaría que vosotros fueseis mis amigos—. Inclinándose formalmente como le habían enseñado en su casa, Neji se presentó—.
Lo que el pequeño no se esperaba, era que los demás niños se rieran de él. Sintiéndose avergonzado por ser el centro de risas de todos aquellos niños, lentamente fue levantándose y echándose para atrás.
