Lupe entra a la habitación donde fue conducida por el mayordomo, todavía arrastrando la impresión por la majestuosidad que la rodea, es íntimamente, y este dormitorio no se queda atrás, es digno de una princesa. En medio de la inmensidad se encuentra una espléndida cuna de poste cubierta con tul blanco. Se estremece cuando a sus espalda se abre la puerta y por ella aparece una mujer de belleza extraordinaria. Camina elegantemente envuelta en un exquisito kimono de seda. Debe ser la madre.La humilde mujer no tiene palabras para describir la beldad de rubia cabellera e impresionante ojos azules, de un color raramente visto, quizás la frialdad y el desdén que reflejan otorga ese tono sin igual. Lupe se avergüenza por la manera que es contemplada de pies a cabeza, sin disimular que la evalúa como si fuera un animal que piensa comprar. No deja de ser desagradable esa clase de escrutinio denigrante, aunque esté acostumbrada a ese comportamiento.
—¿Es Usted, Lupe?— Pregunta directamente con voz gélida. La mencionada sólo asiente—. Leí las referencias de sus otros empleadores y son magnificas. Mi asistente las corroboró, así que espero que acepte el puesto que se le está ofreciendo. La paga por sus servicios como podrá suponer es superior a lo que usted ha percibido antes—. Después de soltar con petulancia espera su respuesta.
—Sí, señora, son muy generosos—. Contesta ensalzando el ego de su nueva patrona.
—Imagino que no tengo que decirle nada del cuidado de un bebé, lo digo por su basta experiencia—. Continúa sobreentendiendo que la nana aceptó el empleo.
—Sólo si la princesa tiene algún tratamiento especial que usted quisiera que yo esté al tanto—. Indaga eficientemente, sin que por ello no suene cariñosa.
—No me gusta los remoquetes estúpidos que se utiliza para llamar a los bebés, mi hija se llama Valería—, termina su alocución levantando una ceja con la mayor soberbia posible.
—Disculpe, lo tendré en cuenta—. Se apresura en contestar.
—Si tiene otra pregunta o necesita algo extra, tratelo con mi asistente. También Miriam la puede ayudar, es la mucama de esta área—. Después de informar da por culminada la entrevista y sin despedirse se gira para salir de la habitación.
—Señora, ¿a qué hora amamante a la niña?— La sirvienta la ataja antes que salga, necesita establecer los horarios para comer. La madre se devuelve para aclarar cierto detalle.
—¡Ella únicamente toma biberón!— Su manera brusca al contestar empuja hacia abajo la mirada de la sirvienta—. Creo que esos es todo—. Dice en mejor tono, acomodando la cabellera con dedos de perfectas uñas rojas. Toda en ella es perfecto, piensa Lupe.
La rubia se retira de la habitación. considerando que no es necesario el despedirse. A Lupe que por su oficio le ha tocado lidiar con familias orgullosas, asegura que esta le gana a cualquiera.
La bebé comienza a llorar con unos tiernos gorgorito, que activa los profundo instintos maternales en Lupe. Va al encuentro de la pequeña. Retira el tul que rodea la cuna y suelta un gran "Oh" al verla por primera vez. Qué bella recién nacida, sonrosada, sin un solo cabello en la cabeza, a penas una pelusa rubia tan clara que casi no se nota. Con su dedo índice caricia el contorno de la redonda carita, y el suave toque produce un efecto inmediato que silencia a la bebé. Más que hambre necesita cariño. Lupe toma a la bebé en sus brazos y la arrulla por primera vez. Qué bien se siente. ¿Acaso nadie les ha dicho que los bebés necesitan amor? Es por esto que siempre ha sido nana, sin importarle la arrogancia que generalmente la rodea, así darle cariño a esto angelitos, que aunque el lujo y las comodidades los rodean, carecen de lo más importante... amor.
—Hola, señorita Valería, eres una bebita de lo más bonita. Tu tranquila princesa, que aquí está Lupe, te voy a dar mucho amor.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...