Capitulo 68 Cosa Del Destino

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Si quieres algo que nunca tuviste, debes hacer algo que nunca hiciste.

—Suéltame—. Consigo decir sin que se quiebre mi voz.

Hemos pasado mucho tiempo en la misma posición, en un resentimiento silencioso, mientras él me mantiene presionada a su cuerpo. Cuando por fin me libera me levanto con dificultad con las piernas entumecidas. Alejandro no dice absolutamente nada, esimisado e igual posición, y lo prefiero así, no hay más que agregar, de hecho desde hace tiempo ya no hay nada más que decir entre nosotros, pero él se empeña en esperar un milagro que no sucederá.

Salgo de su estudio sin mirar atrás y sin aliento. Me apoyo en la pared más próxima, no puedo dar un paso, necesito descansar mi cuerpo, lo siento ajeno, débil. Tapo mi boca con la mano para ahogar un sollozo que emerge de mi interior. 

—Ma—. Su dulce voz suena a mi lado. Alzo mis enrojecidos ojos y contemplo a Lili, la pobre está angustiada, mirando cómo lloro—. ¿Para dónde te vas? —Oh, Dios, escuchó.

Aspiro por la nariz y haciendo acopio de fuerzas, que no tengo idea de dónde provienen, limpio mi cara para que no siga preocupándose por lo que haya escuchado de nuestra fuerte discusión, donde fuimos excesivamente hirientes el uno con el otro.

—Aquí estoy, Lili, tú no te preocupes por nada—. Digo con voz ronca y una mal disimulada sonrisa.

—¿Por cuánto tiempo? —Es perspicaz, no hay duda.

—Lili, por favor—. Murmuro quebrándome por dentro, mientras veo que en sus ojos se refleja la verdad. Siento que me doblego, contra su juicio no tengo fuerzas, contra él no.

—¿No te puedo convencer? —Pregunta casi rompiendo a llorar.

—¡Esto es un suplicio que no puedo soportar! —Exclamo abrumada y la esquivo para irme corriendo. No aguanto ver cómo la decepciono.

Subo corriendo las escaleras para llegar aprisa a la habitación que ocupo. En ella tras cerrar la puerta me arrodillo en el piso apoyando la cara en la cama, así liberar mis lágrimas aunadas con el dolor de mi pecho. Me encuentro en el límite de mi cordura, todos me jalan en su dirección y simplemente no sé qué hacer. Hace unos meses atrás sabia a ciencia cierta lo que deseaba en mi vida, hacia donde la dirigiría y hoy mismo, no tengo idea de lo qué quiero.

—¡Maldición! ¿Acaso creía que iba hacer fácil? Ellas llamándome mamá, apoyándose en mí y yo no estaré presente en sus vidas, no de manera constante. ¿Qué tipo de madre sería? —Es una pregunta que un día exigirá respuesta. Ay, no puedo con tanto.

Destapo mi rostro y me doy la vuelta, dejándome rodar hasta sentarme en el suelo con la espalda apoyada en la cama. Acerco mis piernas a mi pecho para rodearla con mis brazos y cobijarme a mí mismas. Mis niveles de energía están por el piso y más que agotada he envejecido. Con apenas veintiséis años cargo a cuestas demasiados pesares, y sin embargo, en este mismo momento, simplemente sigo confundida. Amo a las niñas y deseo estar con ellas. Estoy segura que Augusto sería muy feliz aquí y cómo no serlo, si estaría rodeado de su familia que lo ama, por otra parte, no tengo dudas de mis sentimientos por Alejandro, lo quiero, pero cargamos con tanto dolor y deudas impagables, que es imposible reanudar una relación sin que los fantasmas del pasado nos persigan, haciendo de nuestra convivencia una tortura imposible de sobrellevar y no deseo ese tipo de vida. La vida que deseo está junto a Deniel, que me ama y me espera. Le hice una promesa que juré cumplir, no sólo porque le di mi palabra, yo amo a Deniel, es mi novio, con él descubrí que se podía volver amar si uno se lo permite. Entonces la pregunta sería, ¿A quién amo más? Lo sabré viendo a Deniel.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora