Capitulo 52 Una Boda Trae Otra Boda

89 7 5
                                    

Poner en obras tus planes, depende de ti, y eso hice cuando me decidí a mudarme con mi hijo. Encontré un lindo apartamento relativamente cerca de mi trabajo, en un edificio viejo de nueve pisos, pero en excelentes condiciones. Me encanta el aire retro que posee la edificación, con sus pisos de granito negro bien pulidos, paredes blancas, detalles en cobre y un ascensor que es mi favorito, de puerta blanca y escotilla en el centro, por donde miras mientras hace su recorrido de piso en piso.

Mi pequeño, pero confortable apartamento, queda en el quinto piso. No es ni muy alto, ni muy bajo, es perfecto; de dos habitaciones, un baño amplio, cocina completa, aunque algo chica. La sala es mi habitación favorita, por su enorme ventanal con vista a la ciudad, y que me regala desde amaneceres hasta noches fulgurantes. La zona circundante se muestra activa por la diversidad de negocios que hay alrededor, siempre hay donde ir, sin necesidad de tener carro, una ventaja más para mí. En realidad me las arreglo muy bien sin tener vehículo, la ruta de transporte urbano pasa frente a nuestro edificio, que cuenta con una parada a una cuadra. Un viaje en el colectivo de veinte minutos nos deja cerca del jardín de infancia, al que Augusto asiste y un par de cuadras de mi trabajo. Me sabía afortunada por haber logrado encontrar el lugar, que además de cómodo, certeramente ubicado. 

Aunque una parte de mí sigue triste por la ausencia de Amalia, la decisión de mudarme ha sido la correcta, me lo dicta mi corazón y la prueba es que Augusto se adaptó rápidamente a nuestro nuevo hogar, ayudó también el que tuviera su propia habitación. Mi chiquito está creciendo y necesita su espacio. Deniel dormía la mayorías de las noches conmigo. Se acabaron las excusas del cine, el tener mi propia habitación nos permitió mayor intimidad, para Augusto es normal su presencia, le gusta que el querido "Dede" duerma con nosotros, así sostener sus acostumbrados combates de karate, eso si, mientras no me estuviera abrazando y besando, "de resto de la fiesta se llevaba en paz". Así transcurrieron los días, los tres volvemos a reír como de costumbre y sin darnos cuenta pasaron tres meses desde que Amalia nos dejara...

Mi móvil comienza a vibrar sobre mi escritorio, mientras yo elaboro un plan financiero para un potencial cliente en mi computadora. Miro la pantalla por un segundo. Es la pelirroja. Raro, ayer hablamos largo y tendido cuando pasó por casa a cenar. Cojo el móvil pensando ¿Qué querrá?

—¿Para qué soy buena?

—Para poco—. Ambas nos reímos. Se la puse de bombita—. Te llamo porque me acaba de llegar a la oficina un paquete proveniente de Londres—. Me sorprende con la noticia. Dejo definitivamente el trabajo de lado para hablar con mi amiga, me entusiasma la conversación, pues lo que tenga qué ver con Patico me alegra.

—¿En serio? ¿Y qué es? —Pregunto sonriendo y doy una vuelta a mi silla para quedar mirando la ventana de mi pequeña oficina.

—Ignoro su contenido, la carta con la que vino pide textualmente que la abramos juntas, que nos encantará la sorpresa—. Me explica la pelirroja.

—¿Con carta y todo?

—Como que se está enseriando la mujer.

—Abre la caja, así sabemos de una vez que nos envió. Me muero de curiosidad y ella no se va a enterar—. Digo entusiasmada.

—No, me da cosa. Ya te dije que ella en su carta pide que la abramos juntas. A los mejores es un veneno que nos quiere echar a las dos... ¡Ay! —De repente chilla como si algo la hubiera lastimado.

—¿Qué pasó, ya te está haciendo efecto el veneno?

—Nada, que cerré una gaveta del escritorio y me machuqué un dedo. Mira, voy por ti a lo que salgas del trabajo y abrimos la caja juntas—. Dice dando por terminada la conversación.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora