Capítulo 19: 'Fotografias para la Ausencia'

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Capítulo 19: 'Fotografías para la ausencia'

~Olive~

Olive: -no te daré 10 malditos dólares por un paquete de patatas, ¡¿que es esto?! ¡¿Acaso son de oro?!

El drogadicto se me quedó viendo como sin creerlo.

Tipo: -las robé para ti, boluda.

Olive: -¡con mayor razón!- exclamé abriendo los ojos. -Te salieron gratis.

Tipo: -róbalas tú entonces.

Hijo de puta.

Olive: -¿sabes? Metete esas patatas en el orto y que te den por culo, cabron hijo de tu puta madre.

El tío se me comenzó a acercar encabronado, le volé la cara de una cachetada, le arrebaté las papas y salí corriendo. Me perdí corriendo de calle en calle, a travez de personas y personas.

Tipo: -¡hija de puta!- y fue lo ultimo que oí de él; difuminándose a lo lejos.

Ya creía yo que la suerte estaba de mi lado, cuando accidentalmente tropecé con una mierda en el suelo y caí perdiendo mi comida en un canal de agua.

Olive: -oh ¡mierda!

Vi como el paquete se iba flotando por el agua, trasladado por la corriente y yo sin poder hacer algo al respecto. Yo con hambre, yo con una frustración en el pecho.

Olive: -no, ¡no, no, no!

Tomé a gatas una rama e intenté tomar las papas, pero el canal se desvió y se me hizo imposible alcanzar mi comida.

Era terrible, frustrante. Llevaba al menos dos días sin comer, dos días sin poder de ninguna maldita forma saber donde estaba Harry o mis hijos. Sin comunicación, sin dinero, literalmente me había lanzado a la vida con una sola cosa que me servía; esperanza.

Pero resultaba que la esperanza no duraba lo suficiente.

Me quedé de rodillas en el pavimento mientras sentía mi garganta apretar, la rabia consumirme y las lagrimas caer por mis ojos.

¡Basta! Me oía gritar en mis interiores, ¡Es malditamente suficiente! ¡Me han robado, he robado, no tengo nada, quiero algo de suerte, mierda! Y volvía a llorar con furia, con pena de mi misma. Me sentía sucia, me sentía un pajarito con una pierna rota. Me dolía, solo necesitaba volar, pero... ¡El mundo era una perra! Mientras los demás volaban con facilidad, ahí estaba yo; de rodillas en el suelo.

Era fuerte... La situación, no yo. Yo no era fuerte, no quería serlo más.

Olive: -si acaso no hay posibilidad... Matadme ahora.- murmuré con la vista en el suelo, pero era mentira.

Por muy mal que se ponga el momento, por mucha sangre y sudor que pierda... Ellos son primero.

Siempre son primero.

Así que... Me levanté.

Suspiré, limpié mis rodillas y comencé a recoger todo aquello que se había caído de mi pequeña mochila. Era, de alguna forma melancólica, triste recoger cosas inservibles por el simple hecho de ser lo único que tenía. Un par de guantes, una botella con un agujero en la tapa, un libro de Bradbury y gafas en mal estado.

Olive: -debería dejar que los patos se coman toda esta mierda.- tomé en mis manos el libro. -excepto tú, tú mi buen Bradbury me mantienes cuerda aunque tus libros sean el reflejo de la locura futurista.

Ya había olvidado lo maravillosa que era la literatura, y lo encantada que me sentía al leer, al respirar cerca de algún escrito. Sonreí. En mis manos tenía el pasado... Sí, algo que me gustaba antes de mis 17 y el secuestro. Cerré la mochila con Bradbury afuera y me senté en el césped para leer antes de que la luz natural me privara de aquello. Me privara de otra belleza. Abrí el libro.

Los ángeles, no son criminales. [Trilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora