25. Más me interesa.

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Me ha costado un mundo levantarme de la cama, en parte porque sé que a partir de ahora me esperarán días de mierda. Días en los que evitaré como pueda a Naia y a Carlota hasta que se den cuenta de que algo no va bien, entonces me preguntarán y no tengo ni idea de qué narices contestaré. No tengo el valor para enfrentarlas, ni para caer más bajo todavía. Creo que ya he sido blanco suficiente de burla, y no estoy dispuesta a soportarlo. Casi que prefiero dejarlo así, y ver hasta dónde son capaces de llegar, si es que es posible hacer algo peor. Lo cierto es que ya nada me sorprende. En estos momentos me cuestiono todo, todos nuestros años de amistad. No puedo saber qué fue verdad, y qué no. Quizá nada fue verdad. No quiero ni pensar lo que podrán haber dicho, o lo que han tenido que actuar.
Me siento una completa mierda cada vez que recuerdo la confesión de Karen. Si Carlota no se hubiera liado con Michael, y Karen no se hubiera cabreado de tal manera... ¿me habría enterado algún día? Mirándolo por ese lado, lo agradezco. Ahora puedo tratarlas como lo que son, enemigos. Me va quedando más claro que lo mejor en esta vida será no confiar en nadie. Los inocentes van a pagar por los culpables.
Y el otro asuntillo... Joel. No he dejado de pensar en él desde que llegué ayer a mi casa. Estoy nerviosa. No sé qué va a pasar cuando llegue a clase y le vea. No sé si me va a tratar como hasta ahora, o si habrá algún cambio...
Más que nerviosa, estoy ansiosa.

Una gota.

—No —murmuro.

Dos gotas. Tres. Diez.

—No, no.... Joder, no —lo digo en voz alta como si las nubes fueran a escucharme y a cumplir mis súplicas.

¡Acabo de salir de casa y no voy en autobús! Las diez gotas que me caen en la cabeza se multiplican cada cinco segundos, y me resigno. No tengo nada que hacer, salvo correr, y por si todavía no ha quedado claro... odio correr.
No llevo paraguas, ni chaqueta... Ni nada que pueda impedir que se me empape la cabeza.
La lluvia se intensifica, al igual que mi velocidad, y en pocos minutos acabo como un perro mojado, temblando del frío y escurriendo.
Llego a una zona comercial y corro hasta refugiarme bajo el toldo de una panadería. El olor a pan caliente recién hecho llena mis fosas nasales. Qué oportuno.
Espero aquí esperanzada a que apacigüe un poco, aunque me parece que, mirando la oscuridad del cielo, hoy no va a ser mi día de suerte.
Me paso las manos por el fino suéter de punto que llevo puesto, y por el que se cuela el frío a través de cada agujerito, en un intento de retirar toda la humedad posible. ¡Por qué nadie me avisó de esto!
Me miro en el cristal y trato de peinarme el pelo con los dedos. Qué horror... Afortunadamente, he conseguido cubrirme la cara por lo que el rímel sigue intacto.

—¡Helena!

Me giro y veo a Carlota bajo un paraguas de color violeta.

—¡Corre, ven! Mira que no salir con paraguas, eh...

La miro y me lo pienso. Joder, es repugnante. Me está ofreciendo un maldito paraguas cuando Adrien carga sobre su conciencia. Cómo narices lo hará.
—Gracias. —Y acepto. Me refugio bajo su paraguas y nos encaminamos hasta el instituto, en silencio.

Ella recoge el paraguas cuando nos metemos bajo el techo del edificio. Naia no tarda en acercarse y unirse a nosotras.

—Vaya pelo... —me dice nada más verme. Los buenos días aquí no existen.

—Ya. Está lloviendo, como podrás apreciar.

Miro a mi alrededor en busca de Alexa. Necesito alejarme de ellas. Pero en lugar de ella, llega Karen debajo de un paraguas marrón, bastante feo. Sé que no debería ponerme tiquismiquis por el color del paraguas cuando ella ha sido más lista que yo al tenerlo al menos.
Carlota me da un pequeño codazo para llamar mi atención y la señala con la cabeza. Guarda su paraguas y pasa de largo sin ni siquiera mirarnos.

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