Tira de mi labio inferior hasta que se separa de mi boca. Su frente continúa pegada a la mía mientras las yemas de sus dedos recorren mis mejillas haciéndome cosquillas. Aún no puedo abrir los ojos. Es mi forma de aferrarme al momento para que no termine nunca. Si no me tuviera sujeta, ya habría caído al suelo desde hace rato. Todavía tiemblo.
De pronto me pilla totalmente desprevenida cuando me rodea la espalda y me pega contra él, muy fuerte. Mis brazos se quedan encogidos en mi pecho mientras siento la misma desesperación por su parte que yo tuve al abrazarlo antes. Se me acumulan las sensaciones dentro, en el estómago, y de repente siento ganas de llorar, porque sé que ya está, que no habrá más contradicciones por su parte, ni más juegos de primero me acerco y luego me olvido. Esto está marcando el principio, de verdad. Lo siento en la forma en la que me abraza. Después de cuatro meses, ha dejado de luchar contra lo que sea que le detenía, y aquí me encuentro, en el mejor lugar en el que puedo estar.
Cada segundo que pasa, me relajo más. Estoy calmada y embelesada por su piel y su olor, como la noche en mi salón. Esas han sido las dos ocasiones en las que me he sentido completamente feliz y despreocupada.—Oye... —Su voz susurrando en mi oído me produce escalofríos.
No quiero despertar.
—Vamos dentro —insiste, y asiento.
Aparta los brazos y, cabizbaja, le sigo hasta el pabellón de nuevo. No voy a negar que me ha dejado una sensación muy desagradable de vacío. Recupero el aire y mi latido se estabiliza. Andamos cerca uno del otro, pero sin que haya ningún tipo de roce, básicamente porque ya la profesora de educación física nos ha visualizado y espera a que lleguemos junto a ella.
—¿Qué vas a decirle? —pregunto en voz baja.
—Que ha sido culpa mía. De todas formas dudo que haga algo. No hemos hecho nada. Ha sido una tontería.
—Vale —susurro, empezando a avergonzarme por todo lo que ha ocurrido en los últimos minutos. Sigo en una burbuja que me impide asimilarlo.
—Os he visto —salta la mujer sin dejarnos tiempo siquiera a saludar—. Los dos tenéis igual de culpa, y sois conscientes de las normas dentro de cualquier instalación en este centro. Sed más precavidos la próxima vez, y ahora podéis iros, o llegaréis tarde a clase.
Nos miramos entre nosotros, sorprendidos.
—¡Venga, fuera ya! —nos apresura y hace movimientos con los brazos para echarnos.
—Gracias —articulo rápidamente y volvemos por dónde habíamos venido.
Vaya. No esperaba que fuese tan fácil.
—Te lo he dicho —me dice, andando a mi lado.
Sonrío para mis adentros, y seguimos el camino en silencio. Este se acentúa a cada segundo, y me hace sentir incómoda. Quiero hablarle pero me da vergüenza. De repente escucho una pequeña risita por su parte, lo que me hace mirarle.
—Ven. —Me rodea con el brazo y me apretuja contra él.
Me ha leído la mente, o simplemente me conoce lo suficiente como para saber que me cuesta demasiado tomar la iniciativa. Creo que somos pareja, o que al menos vamos a intentarlo, y yo soy nueva en esto.
Andamos en silencio hasta el interior del instituto, atravesando los pasillos ya solitarios, y continúa sin soltarme. Me lleva por el pasillo erróneo así que hablo por fin.
—Tenemos psicología.
—Ah, joder. —Sonríe, avergonzado, y cambia de dirección—. Estaba desorientado.
—Llegamos tarde. ¿Qué vamos a decir?
—¿Y si no entramos? —propone.
—¿Qué? Ni hablar.
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Pide un deseo
Fanfiction"Creo que estoy caracterizada por ser el diario de todo el mundo, sin tener uno propio. Si lo tuviera, lo poco que habría de contar, no sería de interés ni de agrado ni para mí misma." [TERMINADA]