68. ¡Nos graduamos!

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No estoy segura de querer llevar el pelo recogido... pero ya es tarde para pensárselo. Brenda se ha apoderado de mis mechones desde hace un buen rato, mientras me miro en el espejo sentada en una silla. Ha hecho pequeñas trenzas, ha pasado finos mechones hacia todas partes y los ha sujetado con horquillas. De hecho, una de ellas terminó llegándome a la cabeza, pero no me quejé. Oculté el dolor como pude. Ahora empieza a pulverizar laca por todo el peinado y da el visto bueno con una mirada a través del espejo.

—¿Quieres que te maquille también? —me pregunta, recogiendo el mini salón de belleza que ha montado en mi habitación.

—No, no. —Niego con la cabeza, pero teniendo cuidado de no estropear el recogido—. Ya lo hago yo.

No es mi intención sonar malagradecida, pero prefiero maquillarme yo misma ya que, posiblemente, no termine gustándome lo que ella pueda hacerme en la cara. No estoy buscando una máscara entera que me haga parecer otra persona, y a lo mejor no comprende ese concepto.

—Vale, como quieras. —Guarda sus productos en un bolso negro de piel brillante, y entonces exclama acordándose de algo—. ¡Se me olvidaba! Mira esto.

Saca otro bote, lo que pienso que será más laca, y lo pulveriza por todo el peinado.

—¿Acabas de ponerme purpurina?

Ay... Dios... mío... El vestido ya tiene brillo suficiente, no necesitaba purpurina dorada en el pelo.

—¿A que queda muy mono?

—Sí... —murmuro entre dientes. No niego lo que ha dicho, pero sigo pensando que voy a ir demasiado... princesa. Y este recogido en la cabeza lo refuerza.

Brenda sale de mi habitación y entonces aprovecho para empezar con el maquillaje. Simplemente aplico base, rímel sobre las pestañas postizas, polvos, me hago la línea negra en el párpado superior del ojo, aplico más rímel nuevo que deja las pestañas considerablemente voluminosas, y finalmente color en las mejillas. Para los labios utilizo un lápiz labial grueso de color rosa pálido y finalizo uniéndolos y separándolos para extender el color.
Cierro la puerta de mi habitación, oyendo cómo los niños corretean por el pasillo alterados por acudir a una celebración a la que no habían ido nunca, y me pongo el vestido. Me miro en el espejo, ya teniendo los tacones, y me cuesta reconocerme. Y no hablo del maquillaje en concreto, sino de todo el conjunto. Nunca me había visto así vestida... y me resulta extraño, a la vez que me gusta. Además, hoy no tengo mi melena para que me cubra parte de la cara o del cuerpo incluso... Hoy mi cara está al descubierto, al igual que mis hombros y el pecho, tratándose de un vestido de palabra de honor.

Salgo al pasillo en busca de mi madre para que me ate las cintas en la espalda del vestido, las que forman una especie de corsé.

Respiro profundamente delante del espejo, ahora sí con los últimos retoques ya realizados. Es la hora, tengo que subirme ya al coche y arrancar de camino al instituto... porque me gradúo.

Rígida como un palo en el asiento, evitando estropear lo mínimo, no paro de pensar en que estoy nerviosa, hecho que se refleja en mi dolor de barriga. Trato de calmarla diciéndole que no es buen momento para ir a un baño.
Bueno, no hablo con mi barriga, pero se entiende lo que quiero decir.

Neal y Lucas cantan a mi lado una canción que suena en la radio. Están muy despreocupados, emocionados también pero porque les he contado que luego habrá comida para ellos.

—Tienes las pestañas más grandes.

La voz de Lucas me hace reaccionar. Llevaba un rato con la mirada perdida en la carretera.

—Me las he comprado. —Le sonrío y devuelvo la mirada a través del cristal.

—¿Se pueden comprar las pestañas? —me pregunta, como si le hubiera dicho que va a conocer a su personaje de dibujos favorito.

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