35. Pide un deseo.

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Observo sus gestos, su manera de pasarse la mano por el pelo y de llevarla luego al bolsillo. Creo que está tan incómodo como yo.

-Lo mejor de todo es que yo no tengo la foto de las plantas -dice, y caigo en la cuenta-. Y, por tu cara, tú tampoco.

-La tenía Alexa -contesto.

No me puedo creer que hayan desaparecido así como si nada, sin darnos cuenta. Estaba muy centrada en sus palabras como para percatarme.

-Habrán seguido por el otro camino -digo para cubrir el silencio que hay entre nosotros.

Solo quiero encontrarlos e ir los cuatro juntos, yo con Alexa y él con Joel. No puedo imaginar completar esta dichosa actividad solo con su compañía. ¿De qué voy a hablarle? ¿Sabré contestar sin hacer el ridículo? O, peor... que no hablemos, directamente. Empiezo a impacientarme. No puedo. Es absurdo, pero no puedo.

-¿Vamos a encontrarles? -pregunto, con la esperanza de que la respuesta sea afirmativa.

-¿Quieres encontrarles o quieres ser la primera en completar la actividad?

-Eh... -Ya estoy con el "eh" otra vez-. ¿Cómo vamos a ganar si no sabemos lo que tenemos que buscar?

-Yo me acuerdo de la mayoría. Si las veo, las reconocería.

-¿De verdad? -Yo lo he intentado, pero lo cierto es que no se me quedó ninguna de las plantas.

-Sí. -Asiente y levanta la mirada echando un vistazo alrededor, entre arboles y hierbas-. ¿Me estás llamando mentiroso?

-No. Claro que no.

Debo de estar roja. Me parece totalmente ilógico, pero no soy capaz de evitarlo.

-Bueno, pues entonces seguimos.

-Pero... -interrumpo rápidamente, lo que hace que pare y se dé la vuelta para mirarme-. ¿Cómo sabemos que por el sendero número dos no hay ninguna planta de las que buscamos?

Estoy intentando convencerle de alguna manera para que retrocedamos hacia el otro camino con la posibilidad de encontrar a los buenos amigos que nos han dejado abandonados a propósito.

-No la hay. No es la primera vez que camino por aquí.

Vaya... Pondría los ojos en blanco si no estuviera tan cohibida por su presencia.

-¿Hay algún sitio en el que no hayas estado? -bromeo, ironizando.

-Claro. -Esta vez su sonrisa es más marcada, y más bonita-. Hay muchos sitios en los que no he estado.

-No lo parece -añado.

-Ojalá no existiese ni un solo lugar que no haya visitado, pero eso sería imposible para cualquiera.

Nos miramos unos segundos, hasta que termino por apartar la vista de sus ojos.

-¿Vamos o quieres quedarte aquí todo el día?

Sonrío con timidez y lo alcanzo dando unos pasos. No me va a quedar de otra que ir con él. Solos.
Medito la posibilidad de hablarle, de buscar un tema de conversación que pueda resultarle interesante, pero no soy capaz de decir nada. Ando con la mirada perdida en el suelo, callada como él. Esto es lo que no quería que ocurriese. Soy tan estúpida a veces... No tengo nada de lo que hablar con él, es lógico.

De pronto, me fijo en mis pies y veo que, a cada paso que doy, saltan insectos de debajo de las piedras que piso. Hago una mueca de desagrado e intento no pensar en ello, sin embargo solo puedo prestar toda mi atención a los saltamontes que, perfectamente, podrían saltar a mis piernas.

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