16. Très bien.

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No sé muy bien cómo hemos acabado en la cuarta fila de mesas en parejas, en posición central y teniendo a mi izquierda a Louis, separados por el espacio que corresponde con el pasillo. A su lado, en la mesa contigua, está sentado esta vez Joel, y Michael, por el contrario, se ha sentado delante de ellos con Aaron como compañero. Yo me mantengo con Selene, y mis otras tres amigas están delante de nosotras. En esta ocasión, Karen ha unido su mesa formando un trío con Carlota y Naia con la aprobación de la profesora de francés, y de los demás en las otras asignaturas.
Esta ha sido nuestra ubicación durante prácticamente toda la mañana del viernes, y por una parte lo prefiero. De esta manera estamos las cinco juntas, pero la otra parte es la que se encuentra a mi izquierda. Somos muchos alumnos en clase, y los pasillos que existen de separación entre una fila y otra son más pequeños de lo que me gustaría. No sé calcular a simple vista, pero hay tres baldosas de color gris que me separan de ellos. Voy a decir un metro, por proponer una medida redondeada. Un metro no es suficiente. Miro mi libro y le veo a él de reojo. Miro la pizarra y le veo a él. Miro a la profesora y le veo a él. Yo intento que mi vista se centre en el punto en el que debo, sin embargo que tenga la capacidad de distinguir la silueta y el movimiento a mi izquierda no va a desaparecer.

Terminamos de leer un pequeño texto que imita un e-mail de una estudiante austríaca que fue de intercambio a Francia y cuenta la experiencia que vivió, con verbos en pasado, justo lo que estamos repasando del curso anterior.
Entonces hace una pausa de la explicación y nos pregunta si ya sabemos lo de la visita de la alumna alemana de intercambio. Negamos con caras extrañadas y empieza a explicarlo. No tenía ni idea de que se hicieran intercambios en este instituto. Es la primera vez que lo oigo.

Luego continúa hablando en francés sobre un supuesto ejercicio que tenemos que hacer. Mientras lo hace, observo un poco su ropa, como suelo hacer con todo el mundo. Lleva botas altas de tacón de color negro, medias y un vestido rojo vino. No está mal, pero lo que más me gusta es su pelo. A pesar de no ser precisamente una jovencita, tiene el pelo largo, llegándole por la espalda, y de color marrón chocolate, lo que supongo que se tratará de un colorante. Aún no siendo color natural, parece como tal.

—¿Qué hay que hacer? —me pregunta Selene una vez que la mujer del pelo bonito acaba de hablar. Como de costumbre, si Selene no se despista en clase, no es Selene.

—Escribir en dos líneas, una o dos oraciones, sobre algo que hayas hecho y que no hayas hecho el fin de semana. Tienes que utilizar el pasado.

—¿Y eso cómo era?

Le sonrío y niego con la cabeza.

—Lo tienes aquí. —Le señalo en su libro la formación del passé composé.

Asiente y comienza a escribir en su libreta gruesa de resorte. Yo hago lo mismo, pero en mi hoja fina de cartapacio.

—Utilizad vocabulario sencillo y sintaxis simple. No os estoy pidiendo ninguna redacción de universidad. Con contar una acción cualquiera en pasado, es suficiente.

A mi lado, Selene lo agradece justificándose con que no se acuerda muy bien de ese tiempo verbal. Es lo que tienen las vacaciones de verano: desconexión total.

—Alguien que salga a hacer una en la pizarra —pide Margot, así se llama, aunque todavía no he tenido oportunidad de llamarla y creo que cuando la tenga no la llamaría por su nombre.

Al ver que nadie se anima, me levanto yo, con vergüenza por tantas miradas. Pero es cierto que prefiero la vergüenza antes de que piense que no estoy interesada en la asignatura.
Me da las gracias, en francés claro, y escribo mi frase con una tiza recién estrenada. Cada vez que dibujo una letra produce un chirrido leve que me pone los pelos de punta.

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