13. Culos prietos.

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Me meto en su perfil, pero no ha cambiado nada. La foto es la misma, los seguidores también y los tweets parecen haberse quedado estancados. Es como si se tratara de una cuenta inactiva.
Miro sus seguidores y sus siguiendo y me encuentro con perfiles extraños, que si ni siquiera hablan el mismo idioma. Estoy segura de que ha seguido a esa gente porque ellos le han seguido antes. No hay ni un solo perfil de alguien que pueda estar relacionado con él: amigos, familia... Nada.
Sus favoritos están en blanco, su encabezado sigue sin imagen. Reviso los pocos tweets que tiene pero no encuentro absolutamente nada que me diga quién es. Ni ubicación, ni descripción... solo una imagen y un nombre. ¿Cómo se supone que voy a averiguar quién es si no hay ningún dato sobre él?

Miro su foto, la misma que llevo días viendo: el mismo chico de pelo castaño, ojos castaños, una bonita sonrisa... No me suena nada, nunca lo he visto. O a lo mejor sí, pero a veces soy despistada con las caras. Quizá esté en el instituto y ni me haya dado cuenta... o quizá en su perfil no da datos suyos porque no los hay... porque no existe.

Empieza a entrarme el pánico. Llevo meses hablando con este chico, meses poniéndole esa cara a esa persona, y ¿si ahora resulta que me está ocultando su identidad?
Creo que empiezo a sudar. Me revuelvo en el sillón de mi abuela e intento calmarme. No sé cómo narices lo haré, pero voy a averiguar quién es este chico, quién se esconde tras este maldito perfil.

Regreso a mi cuenta y de nuevo pincho en el usuario de Joel y luego en su foto. No puedo parar de verla.

-¿Y esos chicos quiénes son?

Cuando me doy cuenta mi abuela se ha sentado pegada a mí como un pulpo, y con el disimulo de tejerme la bufanda, la tengo curioseando sobre la pantalla de mi móvil.

-¡Abuela! -exclamo y aparto el móvil de su vista.

-No seas boba, Helena. Déjame verlos bien.

Resoplo y cedo. Total, es mi abuela. No me importa.
Se ajusta las gafas en el puente de la nariz y asiente varias veces sin parar.

-Qué cuerpos más apretados...

Abre los ojos de par en par, y me río por su expresión. Ni que fuera una adolescente de hormonas revolucionadas.

-¿Los conoces? -Me quita el móvil de las manos para verlos bien, y yo me muero de vergüenza.

-Sí -murmuro.

-Pero mira lo que llevan puesto. ¿No te dan ganas de cogerles el culo?

Ahora soy yo la que abre los ojos a la vez que siento que empieza a arderme la cara.

-¡Abuela!

-Están muy bien los chicos. Me gustan, me gustan. -Le sonríe a la pantalla-. ¿Quién es el que te gusta a ti?

-No es tan fácil... -murmuro y le quito el móvil de una vez.

-¿Te gustan los dos? -exclama-. ¡Es normal!

-No, no me gustan -digo muy seria con intención de acabar la conversación, pero sé que con ella no será tan fácil. Lo único que puedo hacer es levantarme y decirle que ya vuelvo a mi casa.

-A mí, sí. Aunque no les vi la cara. ¿No tienes más fotos?

Niego con una expresión de advertencia y ella me sonríe, como un angelito. Un angelito cotilla.

-¿Cómo se llaman? Dime al menos sus nombres... -casi suplica y me dan ganas de reír a pesar del bochorno que me hace pasar.

Le digo sus nombres y veo en su cara que su mente empieza a maquinar algo... Claro, mierda.

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