37. Estás en mi cama.

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¿Que lo siente? Lo siente ¿por qué? No entiendo a qué se ha referido con esa disculpa. ¿Lo siente por haberme tocado, o lo siente por haberme hecho creer que iba a besarme? Realmente lo creí, y lo deseé con todas mis fuerzas. Creí que era un buen momento, un buen lugar... Creí como una ilusa que podía ocurrir, que él quería que ocurriese. Sin embargo, se disculpó por algo que no hizo y siguió como si nada. He quedado como una completa idiota.
No dijo ni una sola palabra más. Era evidente la tensión e incomodidad que había entre nosotros durante el corto trayecto restante.
Ahora nos separamos. Delante de nosotros está la hoguera y alrededor de ella se encuentran los chicos y chicas del instituto formando un intento de círculo. Localizo a Alexa que me hace una señal con la mano y, antes de ir en su dirección, me quedo parada no sé muy bien por qué. Quizá espero que me diga algo, o que venga conmigo, y es obvio que espero en vano. Louis simplemente sigue andando por su cuenta hasta llegar a Joel y el resto de chicos, dejándome sola. Qué ingenua soy.
Me hago hueco entre algunos chicos sentados en el suelo y me agacho junto a Alexa. Le muestro una pequeña sonrisa contenida y aparto la vista.

—Al final has venido. ¿Cómo es que cambiaste de opinión?

Me quedo mirándola sin entender, y busco en su rostro una mueca de burla. ¿Bromea? ¡Fue ella la que le dijo a Louis que fuera a buscarme! O ¿no?

—¿Cómo? Pero ¿tu no...? Alexa, mandaste a Louis para que me llamara.

Su ceño se frunce, como si no tuviera idea de lo que le cuento.
¿Me ha mentido? ¿Inventó que había sido obligado por Alexa?

—No sé de qué estás hablando...

No me creo lo que me está diciendo. ¿Fue hasta mi cabaña por iniciativa propia? Era él quien quería que estuviese aquí...

La risita de mi amiga me despierta de mis ensoñaciones e ilusiones. Sus ojos, con el resplandor de las llamas, brillan de diversión.

—Eres una... —comienzo, apretando los dientes. Le he creído inocentemente. He pensado en Louis como el mentiroso, y resulta que es ella.

—Lo siento. —Se ríe, ocultándose la cara con una mano—. Tenías que haberte visto... Se te iluminaron los ojos.

Le dedico una mirada feroz, indicándole que no estoy para bromas.

—Tenía que hacer algo para que no te quedaras sola en la cabaña, y él era mi única opción.

Mantengo el silencio, buscándolo entre la gente, pero no le veo. Por una parte lo agradezco. Después de lo que ha pasado hace unos minutos, no voy a ser capaz de mirarle a la cara.

—Ey. —Me da un ligero golpe en el brazo para llamar mi atención—. Estás callada. ¿Pasó algo?

Aprecio la ilusión en su voz, la misma ilusión que yo tenía y desapareció desde su "lo siento".

—No. —Suspiro, retirándome el pelo de la cara y aferrándome a mis rodillas. Ahora empiezo a sentir más frío—. Ni pasará. No debiste decirle nada.

Alexa se queda mirándome a pesar de que yo no le correspondo. Tengo la mirada perdida en el fuego, en el centro del círculo. Los troncos arden y producen estallidos constantes, y el humo asciende rápidamente perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Joder. ¿Por qué narices no me quedé en la cabaña? Me estaría ahorrando el momento por el que estoy pasando. No me sacaré esa escena de la cabeza nunca.

Enseguida siento un brazo sobre mis hombros. Habrá intuído que algo no ha ido bien, y por ese motivo intente darme apoyo sin decir absolutamente nada. Ahora mismo el silencio es lo mejor que puedo tener.

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