19. No me entiendo.

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He leído todos los comentarios de vuelta al interior del edificio. La palabra “inteligente” se repite unas veintitrés veces. Me ha quedado claro, soy inteligente. Ya veo que muy pocos son capaces de ver más allá de eso. La lista. El tonto. El gracioso. El tímido. Una vez que se adjudica una etiqueta, ya no te desprenderás de ella. “Eres lista”, y eso es todo.

La descripción que más me ha gustado ha sido la de Louis, sin duda alguna. No sé qué debería pensar sobre que un chico que me conoce de días haya dado más características verídicas y con las que me siento identificada que, por ejemplo, mis amigas. «Lista, responsable, estudiosa, y que sabe escuchar.»
Ese es básicamente el resumen de todas ellas, y lo sé porque tampoco han modificado su letra habitual. Carlota lo ha intentado, pero es la única que lleva un bolígrafo de color verde.

Regresamos dentro y todos tomamos asiento en los bancos como si ya fuera un acto inmediato, una rutina.
Por petición de Carlota, nosotras vamos hacia el banco que ocupa el trío de los ojos de colores. Ella sigue detrás de Michael, y no lo entiendo. Esta mañana casi lloraba por haberse liado con un chico que luego pasó de ella, pero ya se ha olvidado. La rubia de ojos azules vuelve a la carga con el moreno con tupé de ojos negros.

Karen y Naia hablan sobre lo que les han escrito en el abanico de papel, contentas por leer tantas cualidades. Yo, sin embargo, me guardo mis comentarios para mí. Por algo los han escrito para Helena, y por algo son anónimos y personales.

—¿Alguien sabe de quién es esta letra? —nos pregunta Carlota y todas nos acercamos para verla.

Yo sí lo sé. Es la de Louis.

—Ni idea —respondo.

Solo le ha escrito dos cualidades: amable y buena persona.
Reprimo las ganas de reír al recordar que eso fue justamente lo que la profesora dijo que no escribiéramos. Se nota que estuvo mucho tiempo pensándolo...

—¿Será la... suya? —pregunta en voz baja para que Michael ni ninguno de los chicos lo escuche.

—Y nosotras qué vamos a saber —espeta Karen, obviamente con mala leche. Cada vez que Carlota menciona a Michael, a Karen se le hincha la vena del cuello y echa humo por las orejas. A veces me resulta incluso divertido.

—¡Segundo A! —Oigo un grito y nos encontramos al conserje—. Haced lo que queráis, el profesor de economía no ha venido.

Y entonces llegan las exclamaciones de felicidad y hasta aplausos provenientes de mi izquierda, los chicos.

—Vamos a la cafetería —dice Joel y no tardan en levantarse.

—¿Nosotras? —pregunta Carlota—. ¿Vamos también?

—Qué remedio —murmura Naia y todas sonreímos.

—Yo voy al baño antes —dice Selene levantándose.

—Te acompaño —le contesta la rubia—. Que estoy con la regla.

—Ah, chicas... Tengo que acabar parte del comentario crítico de literatura... —anuncia Naia y mira a Karen como un cachorrito—. ¿Me acompañas a la biblioteca?

—Venga... —Karen accede porque no le queda otra.

Las dos estudiosas se marchan escaleras arriba, y yo me quedo allí mientras las otras dos van al baño.

—¡Vete bajando! —me grita Selene, y suspiro.

—Sí, será... —murmuro entre dientes y me encamino a la planta baja.

La cafetería está casi vacía. Solo hay dos mesas ocupadas: una de ellas por chicas de mi clase, y la otra por el trío mas famoso del instituto. Ese título me lo acabo de inventar. Me he dado cuenta de que no soy buena inventando títulos.

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