43. ¿Por qué sonríes?

2.4K 212 81
                                    

Me siento en el sofá cruzando los pies y colocando un cojín sobre ellos. Podría decir que no he estado más incómoda en mi vida. Me ha besado. Aún me sigue pareciendo irreal. Presiono mis labios, en un intento de recordar los suyos. Creía que las posibilidades de que algo así ocurriera eran nulas.
Y ahora no sé qué narices decir o hacer teniéndolo aquí al lado, en mi sofá, de mi salón.
De repente empiezo a preocuparme por miles de cosas y sobre todo por lo que pueda estar pensando al respecto. Haría lo que fuera por saber qué está pasando por su cabeza. Le observo sutilmente y veo su mirada perdida y pensativa. Me da miedo, y tengo la impresión de que no dirá ni una sola palabra sobre lo que acaba de pasar.
Carraspeo con la garganta, por si se ha olvidado de que estoy aquí, pero no reacciona. Me debato entre hablar, o no, unos segundos, pero no lo hago. De igual forma no es necesario que ninguno de los dos diga una palabra, de eso ya se encarga Neal en pijama y con la nariz como un tomate.

—Oye...

Su voz nos sorprende a ambos, y nos giramos para mirarle. Se acerca al sofá con los pies descalzos, apoya un brazo en el respaldo y se queda mirándonos a los dos, primero uno y luego al otro, como si intentara buscar una relación.
Sinceramente, me había olvidado de él. Soy una pésima tía y una pésima canguro.

—Vosotros dos... —Hace un pausa y frunce el ceño—. ¿Estáis casados?

—¿Qué? —Fuerzo una risita, que se convierte en un sonido nervioso de lo más absurdo.

—En la peli, Iron Man y la chica del pelo rubio...

—Neal —lo interrumpo rápidamente y me pongo de pie. Lo sujeto por los hombros y lo obligo a volver sobre sus pasos—. Tienes que irte a dormir ya. No puedes andar descalzo, ¿me entiendes?

Lo llevo por el pasillo y lo meto en mi habitación.

—Vale... —No le veo pero sé que pone los ojos en blanco por su tono de resignación.

Se acuesta en la cama por su propio pie y yo me encargo de cubrirle con la manta y el edredón.

—No lo entiendo. ¿Por qué tengo que quedarme aquí esta noche?

—Porque... —No sé qué inventarme. Le miro buscando una respuesta y la encuentro en su nariz irritada—. Porque estás malito, y no te gustaría que Lucas cogiera la gripe también, ¿verdad? Duermes aquí para que eso no pase.

—Y, entonces... ¿cómo sabrá Santa Claus que estoy aquí y no en mi casa? ¡Yo quiero mis regalos antes de que Lucas me los quite!

—Neal —Sonrío por su capacidad de relacionar una cosa con la otra—, él es mágico. Sabe perfectamente dónde estás. No te preocupes por eso.

—Vale... —No está del todo convencido, pero se conforma—. Pues vete ya al salón, que el chico se va a dormir esperándote.

No sé por qué narices estoy sonrojada. Le dedico una última y pequeña sonrisa y le apago la luz.

—No puedes decir nada sobre él, ¿entendido?

—Ya lo veremos...

Le lanzaría una mirada de advertencia, pero sería inútil en la oscuridad. Prefiero dejarlo estar y confiar en que no se le irá la lengua, de lo contrario es posible que tuviera un problema y una buena explicación que dar. No quiero ni imaginármelo... Mi padre recién hospitalizado y yo aprovecho para traer a un chico a casa. Restaría un poco de culpa si dijera la verdad, que ha sido él quien ha venido voluntariamente.

Qué locura.

Antes de regresar con él, paso rápidamente por el baño para mirarme en el espejo. Cero maquillaje y cero peine por el pelo. Genial, más que genial. Trato de peinarlo con los dedos y consigo mejorar un poco su aspecto, aunque no quedo satisfecha del todo. Llevo mi pijama característico, que ni tiene color ni forma. Desde luego, no es lo mejor que podía haber llevado esta noche, pero nadie me avisó de que esto ocurriría. Si hubiera podido consultar el tarot, al menos habría estado preparada.

Pide un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora