48. A ti

2.2K 199 57
                                    

Tenemos que ser sinceros, todo lo posible, y abrirnos cuanto podamos sin que nos dé vergüenza. Al menos eso es lo que ha dicho, ya que se cumpla es otra cosa muy diferente.

—No tengáis miedo a hablar —nos dice a todos—. Cuando queráis.

Doy un suspiro y miro al frente. Ahí le tengo, al otro lado de la mesa. La profesora nos ha obligado a colocarnos de forma que nos miremos a los ojos cuando hablemos, y lo cierto es que creo que voy a salir corriendo de un momento a otro. Ya no solo me vuelve loca su presencia, sino que ahora además me hace sentir como una estúpida después del jueguito que hace conmigo.

—¿Quién empieza?

—Yo —espeto rápidamente sin darle otra opción.

Él ya sabe suficiente de mí, ahora es mi turno. Cojo el folio en mis manos de manera que él no pueda leerlo y echo un vistazo fugaz a las preguntas. Imagino que no importará el orden en que las haga, y si importa me da igual, por lo que empiezo con una cualquiera, que no parezca muy personal. Elijo sin mucho detenimiento la número 15 para comenzar.

—¿Cuál es el mayor logro que has conseguido en tu vida? —Levanto la cabeza cuando acabo de leerla y me quedo mirándole a los ojos, tal y como se supone que debemos hacer. Apenas transcurren unos segundos mientras piensa la respuesta cuando me doy cuenta de que no voy a poder soportar su mirada durante 36 preguntas.

—Creo que aún no lo he conseguido... —Habla despacio, meditando mucho lo que va a decir a continuación—. No se me viene a la cabeza ningún gran logro, así que supongo que tengo una vida por delante para que ocurra.

No es una respuesta que me aporte mucha información... Asiento por lo que me dice y busco otra.

—¿Te gustaría ser famoso?

Vuelve a pensar mucho, lo que me desespera un poco.

—En parte sí, y en parte no. Me gustaría ganar dinero y que la gente me reconociera por algo que haga, pero no soportaría a la prensa. No me gusta que nadie sepa cosas de mi vida.

Irónico. No le gusta hablar de su vida y esta actividad consiste justamente en eso. Tengo el presentimiento de que esta especie de entrevista será complicada.

—¿Por qué no las haces en orden? —Arquea una ceja, mirándome muy fijamente para mi gusto.

—Las preguntas las hago yo —le contesto, avergonzada porque me haya descubierto, pero aún así mi tono firme ayuda a camuflarlo—. Si supieras que vas a morir en un año, ¿cambiarías algo en tu manera de vivir?

Levanta ambas cejas a la vez que se remueve en la silla y luego resopla.

—Claro. Lo cambiaría todo.

—¿De qué forma? —insisto para que me proporcione más datos. El objetivo de estas preguntas es contar todo lo posible, no responder con una sola frase.

—Pues... —Se lo piensa—, viviría sin la presión de los estudios y del futuro. Dejaría el instituto, no me preocuparía por universidad ni trabajo... No me preocuparía por nada, solo por hacer las cosas que querría hacer antes de morir. Robaría algo valioso y me colaría en todas partes.

Esto último me hace sonreír un poco, pero enseguida lo olvido y voy a por la número 30.

—¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de alguien?

Interesante. Apoya los codos sobre la mesa y juguetea con su flequillo. No para de moverse, lo que me hace saber que no está cómodo. Es entonces cuando me viene a la cabeza todas las veces que me ha dicho que no me gusta hablar de mí, y ahora me doy cuenta de que él es exactamente igual.

Pide un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora