NAIA.

1.5K 146 55
                                    

En el colegio me llamaban gorda. En mi casa me decían que eso no era cierto.
Mi espejo confirmaba que en mi casa mentían, y en el colegio decían la verdad.
Yo no entendía qué tenía de malo. ¿Por qué mis compañeros lo utilizaban como un insulto? Yo me sentía bien. Yo no lo veía un problema. ¿Por qué ellos sí?
Al final terminé creyéndomelo, como ocurre con todo. Te repiten tanto una cosa que llegas a la conclusión de que tiene que ser cierta. Yo llegué a entenderlo, pero mis padres tardaron un poco más, hasta que decidieron pedir ayuda, y mi cuerpo cambió.
Una vez que me sentí a gusto con él, me di cuenta de que solo el exterior era diferente. Yo seguía siendo la misma, y seguía pensando igual. Tampoco lo entendía. ¿Qué me ocurría?

Sabía que yo no era normal.

Tenía un problema, o al menos así era como lo calificaban. No pensaba como las demás, y eso me hacía sentir fuera de lugar. ¿Por qué me había tocado a mí? Nada tenía sentido en esa época de mi vida, y nadie nunca me enseñó a buscarlo. Quizá porque yo nunca me atreví siquiera a insinuarlo. Me daba miedo. Más aún, me aterrorizaba. Iba más allá del miedo y del terror, era una fobia asfixiante y desesperante a descubrirme.

Me estaba volviendo loca, hasta tal punto de formar parte de una "broma" muy desagradable y vergonzosa. Vergüenza es exactamente lo que sentí. Cada día al conectarme y utilizar el nombre de Adrien para conseguir mi propósito me daba vergüenza de mí misma.
Hoy prometo que nunca fue con ningún tipo de mala intención. Por Dios, claro que no era maldad lo que pretendía. Yo solo quería... quería acercarme.

"¿Te gusta Joel?", me preguntaron en más de una ocasión.

Al principio lo negaba totalmente, pero luego fui dejando que lo creyeran. Lo prefería así, pero no era cierto.
No me gustaba Joel. No me gustaba ningún chico, ni me habían gustado nunca. Sí es cierto que Joel me parecía guapo, pero como podría parecérmelo cualquier otro. Entonces mis amigas empezaron a creer que iba detrás de los ojos verdes.
"Es mejor así", me repetía en muchas ocasiones, convenciéndome de que esa alternativa sería mucho más aceptada.

Ellas nunca me conocieron de verdad. Nadie nunca me había conocido de verdad.

No me resultó nada fácil. En el colegio podía pasar desapercibida porque éramos niños, y no nos dábamos cuenta ni de tres cuartas partes de la vida. Pero, ¿y en el instituto? Ahí era diferente. Fueron seis años de amargo silencio.

"¿Te gusta Joel?", seguían preguntando, una y otra vez, sonando ya casi convencidas de que así era.

Y yo hacía un esfuerzo tremendo para ocultar que, no me gustaba Joel, sino Helena.

Pide un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora