40. ¿No seremos familia?

2.3K 173 29
                                    

No me veo con este vestido. Se lo he dicho a mi hermana, dos veces, pero ella insiste en que me queda "perfecto". Yo no estoy tan segura de ello... Me siento un poco incómoda con este escote, pero ya no hay vuelta atrás. Queda menos de media hora para que dé comienzo el bautizo. Aún no entiendo por qué tengo que ir yo. No me apetece en absoluto, pero a eso a ellos le da igual. Tengo que ir, "y punto".
Me miro en el espejo por quinta vez. El vestido es blanco y me cubre hasta medio muslo, hasta ahí estoy conforme. El problema se encuentra en la parte delantera. No creo que sea necesario un escote en pico que llega hasta el ombligo. Bueno, quizá exagero... El ombligo lo cubre, pero por poco.
Esto es lo que ocurre cuando dejo a mi hermana a cargo de las compras. Y no puedo quejarme ya que me lo ha pagado ella. Así que... a lo hecho, pecho. Literalmente.
Me hago los últimos retoques con el rizador, que también es de mi hermana, y jugueteo unos segundos con los tirabuzones que se me han quedado.

-¿Ya estáis? -Oigo a Brenda gritar desde el salón.

Mi madre le contesta que sí, y yo que no. Me falta ponerme los zapatos, preparar el bolso y parte del maquillaje. Rápidamente me aplico polvos sobre la base que ya tengo puesta, y me tomo más tiempo con el rímel. Las pestañas me quedan largas y con mucho volumen. Sin duda, el maquillaje de Brenda es el mejor.

-¡Vamos, Helena! -me apura mi madre, como siempre la paciencia no forma parte de sus cualidades-. ¡No vas a ligar!

No me creo que haya sido mi madre la que ha dicho esa frase. Diría que, nunca en mi vida, me ha mencionado lo mínimo que tuviera que ver con chicos...

Me pongo los tacones, cojo el bolso y el abrigo y salgo pitando hasta el coche, en donde ellas y los niños me esperan. Me acomodo en el asiento trasero, sonriendo a mis dos sobrinos al ver lo bien vestidos que van. Les digo que están muy guapos, y el pequeño me devuelve el cumplido. A Neal le da vergüenza, por lo que se limita a mirar por la ventanilla fingiendo que no va con él.

Después de un cuarto de hora llegamos a la iglesia y nos reencontramos con mi hermano y mi abuela. Ella fue en su coche ya que el nuestro iba repleto, y mi padre... Mi padre es mi padre. Teníamos claro que él no asistiría. Mi madre lleva de mala leche desde que se ha levantado precisamente por esa razón, y a nosotros nos toca aguantar su carácter. Por una parte no la comprendo. Está cabreada porque su marido, solo legalmente, decido no presentarse en el bautizo de su jefe y a su vez el hombre que le da suministros de alcohol a mi padre, cuando sabe que haría el espectáculo delante de todos los invitados. Yo le prefiero en casa, aunque la gente dude del matrimonio de mis padres. La opinión pública es la menor de mis preocupaciones.

-Venga, vamos -nos ordena mi madre con su tono autoritario.

No se ha arreglado demasiado, pero solo el hecho de verla con un vestido es motivo suficiente para dar aplausos. Estoy acostumbrada a verla con el delantal, un chándal de estar por casa y las zapatillas de levantar.

-¿Se te ha rasgado el vestido? -se burla Diego con una mínima sonrisa mientras tira el cigarillo al suelo y lo pisa con los zapatos negros que utiliza en ocasiones muy determinadas. Creo que los tiene desde su graduación en el instituto...

Le lanzo una mirada asesina por su estúpido comentario e intento cubrirme el escote con los brazos. Siempre hace lo mismo. Desde que era pequeña solía soltar sus opiniones respecto a mí, lo que llevara o lo que hiciera, y a él le parecían graciosas. A mí no. A mí me influía mucho, tanto que hacía lo posible por cambiar aquello de lo que se burlaba. Hacía daño y resultaba molesto sin que se diera cuenta. Aún sigue siendo igual, y no cambiará.

Mi abuela se acerca a mí con sus labios de color carmín y me dice muy bajito que le encanta lo que llevo y que no me preocupe por nada. Ojalá toda la gente que me rodea fuera como ella.

Pide un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora