51. Será diferente.

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Camino por la acera hasta que llego a la calle de mi abuela y me planteo hacerle una visita. No me apetece aún regresar a mi casa. Lo cierto es que me apetecía quedarme mucho más tiempo en su salón, escuchando y viendo cómo tocaba la canción que aprendió a tocar por mí. Lo imaginé desde el principio. ¿Por qué se la habría aprendido si no? Dudo mucho que él sea fan también. Ese pensamiento me hace sonreír... Se supone que sus canciones son "para chicas". Me parece una distinción estúpida e innecesaria, y tal vez por ello me sorprende tanto todo lo que ha hecho. El CD que me regaló con todas sus canciones lo tengo bien guardado y no hay día que no lo escuche. Por otra parte, su papelito con aquella estrofa de una canción, y también todas las que escuchó con mis auriculares.

Es especial... mágico. A pesar de todas sus contradicciones y las veces que me ha hecho llorar por ello.

Toco en la puerta y espero a que mi abuela me reciba.

-No está -anuncia nada más verme. Es nuestro ritual. Yo toco, ella me dice si está o no, y según su respuesta entro o no.

-Genial -murmuro y me deja pasar.

Mientras camino al interior, me empieza a hacer las preguntas de siempre: ¿Cómo estás? ¿Todo bien? ¿Qué tal las clases?
Contesto que sí y bien a todo y me desplomo en el sofá. Creo que todavía no se me ha quitado la sonrisa absurda de la cara.

-¿Quieres comer algo?

-No, abuela -Sonrío dejando el móvil sobre mis piernas. Me quedo mirándolo unos segundos, como si fuera a sonar un mensaje suyo.

-Justo estaba haciendo un bizcocho.

-¿Ah, sí? -Me levanto de golpe y voy hasta la cocina-. ¿Puedo ayudarte?

Me decepciono un poco al ver que no podré ayudar demasiado.

-Ya casi había terminado -me dice con una sonrisa de disculpa-. Puedes verter el cacao, remover y al horno.

Hago lo que me pide encantada. Podría contar con los dedos de las manos las veces que he estado en una cocina para preparar algo de comida, así que me hace ilusión hacer de repostera por un día. Cuando termino de remover, suena mi móvil. Corro rápidamente al salón, tanto que mi abuela se sorprende.
Mis nervios se calman al ver el nombre de Alexa en la pantalla.

-Ya han pasado más de diez minutos.

-Lo siento -me disculpo riendo. Me había olvidado de ella, sí, soy una pésima amiga-. Es que estaba...

Antes de contestar me percato de que mi abuela está al otro lado de la barra de la cocina, y puede oirme perfectamente. Es más, conociéndola, apostaría cualquier cosa a que precisamente es lo que quiere conseguir: escucharme.

-¿Tampoco es un buen momento para hablar? -pregunta a través de la línea.

Me siento en el sillón, y empiezo a hablar en un tono más bajo del habitual.

-Estaba haciendo un trabajo con los chicos y ahora estoy en casa de mi abuela.

-¿Chicos?

Le cuento por encima lo que ha ocurrido mientras he estado en casa de Louis, sin dar detalles demasiado específicos y asegurándome de vez en cuando de que mi abuela sigue con el horno y el bizcocho. Le prometo que le daré más datos cuando pueda, y ella me habla del chico, que tengo que conocerlo y que también tengo que quedarme en su casa y mil cosas más.

-¿Esperas a que esté listo? Son solo treinta minutos.

-Que va, abuela. -Niego con la cabeza viendo que se sienta a mi lado. Enciende la televisión y pone un programa de cotilleos-. Aún tengo que estudiarme un poema para mañana.

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