23. Un beso.

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Después de una larga bronca colectiva por haber bajado considerablemente las notas con respecto al ejercicio anterior, nos da otro poema y nos deja a nuestra suerte para leerlo y comenzar a hacer el comentario.

—Helena, ¿estás bien? —Los ojos celestes de Carlota me miran con preocupación, con falsa preocupación supongo. Si fuese real no me habría hecho lo que ha hecho.

—Estoy bien —afirmo con seguridad, y seriedad. En otro momento, fingiría una sonrisa amable, pero lo cierto es que no tengo por qué ser amable. La amabilidad me ha llevado a que se rían de mí.

—¿Y por qué no has entrado a historia del arte?

Está aprovechando que el profesor ha dejado el aula unos minutos para sacarme la información.

—Joel tampoco ha entrado —informa Naia dándose la vuelta en su silla. Miro a ambas y veo sus ojos de sospecha.

—¿Estabas con él? —pregunta Carlota en un intento de saciar su curiosidad.

—Es posible —contesto al fin.

Las bocas de las dos se abren y las cubren con sus manos. Ni siquiera me afecta sus reacciones. Ya no puedo mirarlas a los ojos de la misma forma. Solo veo en sus frentes el nombre de ADRIEN, con mayúsculas y de color rojo. Más abajo, con letra pequeña y entre paréntesis "la gilipollas del año".

—¿Dónde estábais? —insiste la rubia.

—No es tu problema, Carlota.

Creo que es la primera vez en toda mi vida que le he contestado a alguien con mala gana, y soy tan imbécil que llego a sentirme mal, aunque solo una pizca muy en el fondo.

—Vale... No te pongas así —me dice ella. Miro a Naia y veo los celos. Se la están comiendo por dentro poco a poco.

Las dos se vuelven hacia delante y yo doy las gracias interiormente por no tener que verles más la cara.

—¿Eso es verdad? —me susurra Selene, con cautela, y sé que está evitando una contestación parecida a la que le he dado a Carlota.

—Sí —le digo con mi tono habitual. No voy a hacer que ella cargue con mi cabreo cuando no tiene la culpa de nada—. Pero no pienses nada raro, ¿eh?

—Es inevitable —me dice sonriendo—. Me encanta ese chico. Me da buenas vibraciones.

—Ya. —Asiento, totalmente de acuerdo. No he parado de pensar eso desde que me habló por primera vez, el primer día en el pasillo cuando no sabía adónde tenía que ir.

—Tenemos hora libre ahora. El de economía sigue sin venir. Se dice por ahí que es por su mujer, tiene un problema de salud. ¿Qué vas a hacer? A mí me recoge mi novio.

—Pues... —La verdad es que me pilla por sorpresa, y es un alivio poder salir del instituto una hora antes. Me viene perfecto hoy, sinceramente—. Yo me iré a casa. Creo que me queda dinero para el autobús.

Antes de empezar a leer el poema, echo un vistazo disimulado hacia mi izquierda. Louis está sentado con Michael y Joel vuelve a estar solo. (Otra que también está sola es Karen, en la otra esquina de la clase. Se ve que su "que os den a todas" iba en serio.)
Ellos no están leyendo el poema, se limitan a hablar entre ellos entre sonrisas.

—No te quejes, tío. A mí me ha puesto un 4'9. Eso sí que da pena... —le dice Joel a Louis, divertido.

Le dan igual sus notas. Es tan feliz... Le miro y recuerdo la hora anterior. Su brazo sobre mí, los dos solos y en silencio. No sé qué me está pasando.

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