58. Es... todo.

2.4K 203 70
                                    

¿Te has vuelto loco? Espero que hayas guardado el ticket de devolución.

Aguardo a que suene una notificación mientras no paro de mirar las zapatillas. Después de haberlas encontrado en la puerta de mi casa, tuve que explicarle todo a Bianca, no con el mínimo detalle pero sí con el suficiente como para que se quedara satisfecha. No se llevó una gran sorpresa. Al parecer, se lo esperaba.
La que no iba a esperárselo era mi madre así que hice lo posible para ocultar la bolsa mientras nos abrió la puerta.
Cojo las zapatillas y me las pongo, repitiendo en mi cabeza que solo será un momento. Luego las meteré en la caja y haré que Louis las devuelva.
Miro las Converse ya en mis pies y sonrío. Son como las suyas, y me quedan perfectas. No sé cómo habrá hecho para comprar el número exacto, pero ha dado en el clavo.

¿Ya lo has abierto? ¿He acertado con la talla? Y no tengo el ticket, lo siento.

Doy gracias por haber sido yo la que ha descubierto la bolsa y no mi madre. ¿Qué narices habría dicho en ese caso?

No mientas. Sé que has guardado el ticket por si no llegaban a servirme. Louis, hablo en serio, no voy a quedarme con ellas. Esto no es una chocolatina, o un helado... Son unas malditas zapatillas de sesenta euros.

Es irónico que le esté echando esta bronca por WhatsApp mientras continúo con ellas puestas. Son cómodas, me encantan y el simple hecho de que sean como las suyas me dan ganas de no quitármelas nunca, ni siquiera para dormir. Sin embargo, no puedo aceptarlas. Quizá para el sesenta euros no son nada, pero para mí es una cantidad de dinero que se nota.

Quédatelas, y llévalas mañana.

Resoplo ante la pantalla. Me ignora completamente. ¿No comprende lo que le estoy diciendo?

Las llevaré, pero para devolvértelas.

Y no hay más que hablar. No me importa cuánto insista, que no accederé a aceptar un regalo que haya costado ese dinero.
Espero sentada en la cama hasta que le veo en línea. Transcurren tres segundos, seis... y sale de la aplicación sin contestarme. ¿Se habrá enfadado? Es lo primero que se me ocurre, sin embargo no me da tiempo a pensar en otra posibilidad ya que mi móvil empieza a vibrar. Llamada entrante: Louis.

¡No!

Me levanto como un resorte y cierro la puerta de mi habitación, asegurándome de que no hay nadie cerca, y regreso a la cama. Inspiro aire profundamente y cojo la llamada, sabiendo que la autoridad que he mostrado a través del chat se desvanecerá en cuanto escuche su voz.

—Helena, no seas cabezota.

—¿Por qué me llamas? —salto ignorando sus palabras y temiendo que puedan escucharme fuera.

—Porque quiero oirte decir que no quieres mi regalo.

—No he dicho que no lo quiera... —Espero que no lo haya interpretado de esa forma—. Pero sabes que yo no pue...

—Para. —me interrumpe—. Quiero que te las quedes, y tú quieres quedártelas. Dime que no las tienes puestas ahora mismo.

Sonrío, tratando de que no se note al otro lado de la línea.

—No valores tanto el objeto, sino la intención.

—Vale —susurro, y me aclaro la garganta después—. Cuelga ya. No quiero que también gastes dinero en llamadas.

Escucho una pequeña risa y sonrío otra vez. Es inevitable. No tengo ni idea de cómo ha podido llegar a gustarme tanto un chico, hasta tal punto de pensar en él el día entero y soñar con él durante la noche. Me palpita el corazón con fuerza cuando le tengo al lado, y al escucharle siento que fuera una de mis canciones. Me transmite exactamente lo mismo. Hace que me olvide de todo lo demás, y eso es todo lo que necesito.

Pide un deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora