Capitulo 1 3/3

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Asentí, pero algo no marchaba bien. De golpe me percaté de que estaba agotada del todo.

—Creo que mejor me voy a la cama —musité—. Tengo inglés a primera hora mañana.

Spatz me miró compasivamente.

—Entonces salúdame a mister Tyger, y la próxima vez que te tenga en la mira, me presentaré durante su clase y le haré tarará con la vieja trompeta para que comience a marchar como un soldado.

—Buena idea —masculló Janne—. Deberíamos haberlo hecho desde hace tiempo.

Mi profesor de inglés no era el tema favorito de conversación entre nosotras. A Janne y Spatz les sacaba de quicio que alguien me hiciera la vida de cuadritos, en especial cuando no había ningún motivo para ello. Me levanté del suelo con esfuerzo y lancé a Janne una compungida mirada:

—¿Te parece... que deje todo mi enredo hasta mañana?

Era una pregunta retórica. Para mí estaba claro que mañana no encontraríamos ni un vestigio de nuestra acción. No importaba lo tarde que fuera, no importaba lo temprano que amaneciera en la mañana, Janne no se iría jamás a la cama sin haber dejado lista la embarcación. Cuando nosotras no cumplíamos con nuestra parte del deber casero, mi madre llegaba a ponerse bastante insoportable. Hoy me sorprendió.

—Lo haré yo —dijo—. Pondré tus cosas ante tu puerta, ¿ok?

—Gracias.

Le di un beso a Janne y le hice una señal a Spatz, quien de nuevo se había puesto a revisar sus videojuegos. En ese momento, de hecho, tenía en la mano un vídeo con el título de Orfeo negro.

—Admirable película —susurró—. Tenemos que comprar una vídeo-casetera. Los videocasetes tienen algo de romántico.

—Buenas noches, Spatz —dije y volteé hacia la jaula.
Mientras, John Boy también había escondido el pico bajo el ala. Sus blandas plumas se habían esponjado y su pechito subía y bajaba con acompasado ritmo.

—Buenas noches, John Boy. Buenas noches, Jim Bob.

Spatz me contestó la despedida, como ausente, y Janne me sonrió.

—Buenas noches, lobita. Que sueñes bonito.
Cuando, ya en mi alcoba, me quité la ropa, me di cuenta de que seguía teniendo en la mano el osito. Lo puse en la cama y apagué la luz. La extraña sensación en el pecho seguía allí. No sabía a qué atribuirla exactamente; lo único que sabía era que me había llegado de manera imprevista.

Mi alcoba se encontraba en el primer piso. Escuché pisadas que sonaban a Janne y los pasitos de Spatz. La lluvia no había amainado. Golpeteaba contra los cristales. Me encantaba ese tamborileo, igual que el momento de dormirme. Siempre he sentido como algo especial esos mágicos segundos en que nos cambiamos a la otra realidad. Muchas veces se me antojaban como un caer y otra más como un hundirse, pero hoy me pareció como si el sueño me desgarrara con rudos y despiadados dedos.
En alguna parte, allá a lo lejos, retumbaba la sirena de un barco; luego, yo estaba lejos. El sueño se apoderó de mí como la acción de una fuerte droga.

Me encontraba en una habitación con una alfombra de felpa verde oscuro. Las paredes estaban recubiertas de madera. Había una cama con un cobertor floreado. Encima se veía un cuadro de un paisaje de montañas horrendamente cursi. Sobre mi cabeza oscilaba una araña de luces y junto a mí había pedazos de tiestos. Estaban por todas partes: sobre mi vientre, en las manos... Despedían un olor metálico dulce y, desconcertada, caí en la cuenta de que era sangre.

¿Mi sangre? Necesitaba aire, pero en el cuarto aquel no había aire, o quizá yo no tenía aire. Jadeé, gemí, quise moverme, pero no podía y los dedos no me obedecían.

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora