La luna brillaba a través de la ventana. Ya casi era luna llena. Nubes oscuras pasaban delante de ella en precipitado cortejo, como si alguien hubiera presionado la tecla fast forward (avanzar rápido). La ocultaban, la dejaban libre, cubrían con un velo su rostro de plata y se apresuraban, impulsadas por el viento, a lo ancho del cielo nocturno. De las bocinas de mi estéreo sonaba Ode to Ocracy, de Mando Diao. Eran las dos cuarenta y cinco
Estaba sentada en la alfombra de mi cuarto, en medio de cuadernos, pinturas mías y viejas boletas de calificaciones de la primaria. Increíble que hubiera guardado todo eso. A diferencia de Janne, que normalmente se dedicaba a escombrar, a mí me costaba separarme de las cosas. Siempre sentía que algo de mí se desprendía. Pero ahora no buscaba nada mío. Buscaba a León, el joven en traje de milrayas y el pan de mantequilla y huevo. Con sus rizos negros y ojos tristes, me había espiado un día lluvioso después de la escuela para obsequiarme una margarita. Esos eran los fragmentos que recordaba, y me había aferrado a la esperanza de que Lucian pudiera ser León. Lo que yo necesitaba era el apellido de este último. No era un apellido común; de eso todavía me acuerdo. Entre dos cuadernos encontré un periódico escolar con el ocurrente título de Manchasde Tinta. Durante el cuarto grado hubo una semana de proyectos, en la cual nos dividíamos en grupos, en los que se trataba un tema y elaborábamos artículos para el periódico. Suse y yo entrevistamos a una autora de libros infantiles, de Hamburgo. Vivía en Winterhude y cada tarde se le veía con su laptop sentada en un café, escribiendo. En ese entonces, Spatz era mesera en dicho establecimiento y preguntó a la autora si podíamos entrevistarla; por suerte, accedió. Para Suse y para mí fue algo terriblemente emocionante. Con las mejillas encendidas, nos sentamos en la mesa del café de la escritora y nos turnamos para hacerle preguntas: ¿Cómo se le ocurren las ideas? ¿Cuántos libros lleva escritos? ¿Qué tal se gana como escritora? ¿Harán películas de sus libros?
La entrevista apareció en la segunda página del periodiquito. En la página contigua había historias de alumnos, todos de cuarto grado. Una de ellas me llamó la atención de inmediato.
Llevaba el título de "Reflejo en el espejo"
Me miro en el espejo, Pero nadie me mira desde él. ¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo? ¿He sido inventado? ¿Estoy soñando? Y cuando despierto, ¿estaré entonces muerto?
El nombre de su autor venía inmediatamente debajo: León Schimrokta. Minutos después estaba sentada frente a mi computadora, buscando el nombre en Google. Encontré una sola entrada y di gracias al cielo de que no se apellidase Müller, de los que habría millares. León Schimrokta iba en la undécima clase de la secundaria Kaifu, era el presidente de la sociedad de alumnos y tocaba el chelo en la Gran Banda del Curso Superior. Había una foto de la banda y lo reconocí de inmediato. Estaba en primera fila y tomaba a una bella muchacha por el talle. Seguía siendo bastante delgado. Llevaba corto el pelo oscuro y en vez del traje milrayas vestía unos jeans a la cadera, así comocamiseta color claro y chaleco rojo Burdeos. León miraba serio y seguro de sí. Tenía algo del tipo de Lucian en todos los aspectos, pero no era Lucian
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Lucian (TERMINADA)
Roman pour AdolescentsUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...