La última lección fue la de química, y llevamos a cabo un experimento para el que nos dividieron en pares. La maestra, la señora Steinmeyer lo llamó "ositos de goma en un infierno de llamas". Yo quede con Sheila. Fastidiada, me senté junto a ella en la banca, me puse los guantes protectores y me coloqué los lentes de seguridad.
—¿Me veo tan ridícula como tú? —me preguntó mientras me miraba através de sus lentes amarillos.
Opté por no contestarle y mejor coloqué el tubo de ensayo sobre el trípode y lo llené de los quince gramos de cloruro de potasio que nos había ordenado. Shelia me acercó el recipiente de lata lleno de arena (como extintor, en caso de que el vidrio se fundiera) durante la reacción.
—¿Ahora el osito de goma? —preguntó.
—No, eso viene después. Antes tenemos que fundir el material —le contesté.
Preparé el mechero Bunsen y puse el encendedor de aquí para allá y al final lo arrojó.
—Inténtalo tú —dijo.
Tomé el encendedor y, al prenderlo, grité por la enorme llama, como desoplete, que se disparó hacia arriba.
—¡Oh, no! —chilló Shelia, histérica—. ¡Oh, no, oh, no...!
Mi cabello se prendió y todos se pusieron a gritar. Mientras, yo tomaba los mechones encendidos en mis manos y los golpeaba como una salvaje, intentando apagarlos. Por suerte llevaba puestos los guantes protectores. Apestaba horrible, pero logré acabar con el fuego. En segundos había pasado todo el lío. Mi maestra y Suse se pararon junto a mí de inmediato. Suse me tomó del brazo, mientras que la señora Steinmeyer, blanca como la cal, preguntaba cómo me sentía.
—Estoy bien —musité—. Estoy bien.
Me llevé la mano al lugar donde hacía un momento estaban mis cabellos. Shelia se había ido hasta el rincón posterior del aula y retorcía sus largos rizos negros en torno a la muñeca. Su mirada estaba perdida, pero lo que no pude evitar notar fue la mueca de desprecio en la comisura de sus labios. Y Suse también lo percibió. Crispada, miraba de Sheila hacia mí.
—¿Alguien tiene ganas de comer ositos de goma? —saltó Aarón.
Su sonrisa burlona mostraba amistad.
—¡Desde luego! —respondí—. ¡Al menos el infierno lleno de llamas lo acabamos de tener!
Dirigiéndome a Sheila le dije:
—¿Quieres que te devuelva el encendedor? Funciona de maravilla.
Shelia apretó los labios, pero no dio ninguna excusa, y cabía sospechar que hubo un propósito maligno, pero no se podía demostrar.
Mientras tanto, Suse había vuelto a su lugar y, cuando al poco tiempo sonó el fin de clase, salió corriendo del aula de química sin dirigirme una sola palabra. Tomé mis cosas, corrí al estacionamiento de las bicicletas y en dos minutos estaba fuera de la escuela.
—Hola Rebeca —la madre de Suse me había abierto la puerta de su casa—. Siento lo de ayer, yo... —se interrumpió y miró la gorra de lana en la que yo traía escondido el pelo—. Hace bastante frío afuera, ¿eh?
—Así es —respondí, eludiendo. Al parecer Suse no le había contado de mi accidente. La señora Rossman enderezó los hombros y me miró a los ojos buscando ayuda.
—Ayer Suse estuvo presente durante una desagradable discusión entre su padre y yo —me soltó—. ¿Te ha...te ha contado algo?
Callé molesta, y la madre de Suse tomó aire.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...