Capitulo 23 2/2

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—Quiero decir que no sé por qué estoy aquí. ¿Qué te ha contado Janne? ¿Cuál fue el motivo de que en una acción "noche y niebla" haya sido desterrada acá?

Al oír la voz de desterrada mi padre se encogió como si le hubiera golpeado.

—No sé más que tú —admitió, y percibí que decía la verdad—. Solo sé que Janne habló de ese joven Lu...

—¡Está bien! —interrumpí, levantando los brazos en el aire. No quería escuchar su nombre de los labios de mi padre. Me miró angustiado.

—No hay problema —repuse—. Ya no volveré a perder la compostura. Solo quería saber si Janne te había dicho algo más que a mí.

Mi padre negó con la cabeza.

—Entonces todo está aclarado —concluí.

Capté que esto afectaba a mi padre, me di cuenta de que había sonado dura y casi sentí lástima por él. ¡Se había esforzado tanto por hacer como que no había ocurrido nada o que, como por arte de magia, todo había tomado un rumbo favorable...! Pero dejar que creyera eso era ir demasiado lejos. Que yo tuviera acceso a mis sentimientos no quería decir que fueran buenos sentimientos.

—Y respecto a la escuela —proseguí—. Mi decisión está firme. ¿Me puedes despertar mañana para que me inscriba, o tienes que trabajar?

—No —contestó mi padre—. Quiero decir que no, que no tengo que trabajar. Te despertaré, Lobita. Te llevaré a tu escuela y te inscribiré.

Luego sacó la cartera y me entregó una tarjeta de crédito.

—Esta es para ti. El día de tu cumpleaños te abrí una cuenta. Ya sabes —sonrió maliciosamente—, en Estados Unidos no eres nadie sin una tarjeta.

—Gracias —dije, y miré el nombre en la tarjeta—. La comida también fue estupenda. Estoy muy contenta. Pero, papá, hazme el favor de no llamarme Lobita. Tengo diecisiete años y tengo un nombre.

Me levanté y quise recoger los platos, pero mi padre lo impidió.

—Yo lo haré —dijo, cansado.

Fui a mi cuarto y me quedé media hora bajo la ducha. Los sucesos de este día, tan irresistibles y tan reales al mismo tiempo, como hacía tanto tiempo que no lo eran, giraban atropelladamente en mi cabeza. La conversación con Faye me había dado seguridad, y me así de esa sensación.

La cena había transcurrido bien, la mitad de mal de lo que había temido. Michelle se había esforzado, evidentemente, y quizá todo le parecía bien. Yo logré imponer mi decisión en lo que se refería a la escuela, y en lo que tocaba al siguiente paso, el de tomar el control de mi vida, estaba del todo segura. De repente tuve un gran deseo de que así fuese.

Me puse una sudadera y los pantalones de jogging, me acomodé en el sofá y tomé el teléfono. Eran las diez de la noche; en Hamburgo comenzarían las clases, pero si tenía suerte no sería demasiado tarde para llamar.

Marqué el número, contuve el aliento y, tras dos tonos, contestaron.

—¿Diga?

—Hola —dije, tragando saliva.

Silencio en el otro extremo. Y luego:

—¿Rebecca? ¿Becky? ¿Mi Becky? ¿Eres tú? ¿De veras eres tú?

Suse comenzó a llorar y yo, de repente, también tuve que luchar contra las lágrimas. Escuchar su voz a la que tan acostumbrada estaba, que sonaba tan cercana, me puso en un búmeran que me llevaba de regreso a mi antigua dirección.

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora