Capitulo 29

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Me resultó imposible pescar a Faye siquiera un minuto. Val la tenía sitiada como un dragón joven a su princesa. Al salir de la escuela, las dos habían transformado la sala en un enorme campo de aventuras. Apenas si reconocí aquella habitación antes esterilizada: los cojines se amontonaban en tambaleantes torres, los sofás estaban cubiertos con trapos abigarrados. Ante el piano de cola Steinway había tenido lugar, sin duda alguna, una granizada de palomitas de maíz. El suelo estaba sembrado de pegajosas migajas que Val ya había pisado y repisado.

Faye estaba acurrucada bajo la mesa. Tenía las manos amarradas con un chal de seda que parecía bastante caro, y estaba encadenada a una de las patas de la mesa, mientras Val giraba ejecutando una danza de guerra. En la mano llevaba una olla y tamborileaba sobre ella con una espumadera. El ruido atronador retumbaba por toda la casa, mientras Val cantaba y gritaba. Faye, fingiendo angustia, revolvía las pupilas y balanceaba la cabeza. Sus largos rizos pelirrojos le caían por los hombros como un telón. También hoy llevaba su vestido de jovencita, demasiado grande, demasiado largo y, a pesar de ello, se veía de una belleza perturbadora.

—Tú eres el caballero —me gritó Val—. Ven, tú tienes que ser el caballero. Libérala, lucha conmigo. ¡Grrrr! —bufó contra mí y siguió golpeando la olla con el cucharón y, cuando quise asirla, se me escurrió de entre todos los dedos como un húmedo pez. La miré y no noté qué estaba buscando yo, pero luego todo se me aclaró:

En el principio nace el hombre. Pero no solo. Con todo hombre vienen un segundo ser que le acompaña al mundo. Desde el nacimiento... hasta la muerte.

Observé a Val, quien a todas las vistas poseía algo que yo había perdido. Yo estaba a la expectativa de un signo, de una prueba visible de que Tyger me había contado la verdad. Pero solo vi sus cabellos que flotaban en el aire, su cuerpecito rebosante de vida que revoloteaba por toda la estancia.

También mi cabeza era un torbellino que no cejaba, y las preguntas acerca de Lucian batían en mi pecho al unísono con los tamborazos de Val. ¿Dónde estaba? ¿Qué le habría sucedido?

¿Qué ocurriría si yo me transformara en su ser humano? ¿Qué ocurriría si el tiempo regresara, si a Lovell y a mí se nos otorgara otra oportunidad? ¿Qué ocurriría si...?

Grrrr, grrrr —Val gritaba más alto, con un timbre más agudo, cada vez más eufórica en su juego de dragones, mientras Faye, bajo la mesa, estaba por completo tranquila. Me miró y sus ojos grises no se despegaban de mí. Solo cuando Val la miraba, se ponía a balancear la cabeza, pero no parecía ya estar en el juego.

—¡Te voy a cortar la cabeza, zas, zas! ¡Te comeré, grrrr, grrrr, zas zas!

En una ocasión soñé su muerte y lo vi colgando de la barra de la cortina.

¿Y si hubiera ocurrido una cosa así con Lucian? ¿Si Lucian hubiera soñado mi muerte? Quizá veía lo mismo, noche tras noche, lo mismo que a mí no me dejaba en paz: los pedazos de cerámica, la abundante sangre, me veía a mí suplicando por mi vida... ¿Había ocurrido ya esa muerte soñada? ¿Había sido nuestra muerte? ¿Lucian había querido salvarme, protegerme? ¿Se había planteado también la pregunta Qué ocurriría si...?

Por un momento traté de detener ese pensamiento, pero se me deslizó, como antes Val se había escurrido entre mis dedos.

Lucian había acudido con Janne, había hablado con ella y Janne me había exiliado hasta aquí, lejos de él. Si Tyger me dijo la verdad. ¿Por qué Lucian me había traicionado?

"¡Grrrr, grrrr... zas, zas!"

—¡Para! —tomé a Val por las muñecas, tan fuerte que no pudo zafarse—. ¡Para, que me sacas de quicio!

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora