—¡Mierda! —grité—. ¿Por qué crees que te llamé? Pensé: me ayudará a que no pierda los estribos; pensé: me distraerá, y en cambio...
—¿De qué quieres que te distraiga? —Sebastián siguió divagando sin compasión—. ¡Estás igual que Janne Wolff! Ella no suelta ni una palabra acerca de por qué, así nada más, te mandó al otro extremo del mundo. ¿Todo esto tuvo que ver con Lucian? ¿Sí o no? La propia Suse no dice ni una palabra cuando toco el tema. Dice que te lo pregunte a ti, y es lo que estoy haciendo. ¿Qué ocurre, Rebecaa? ¿Por qué desde tu correo de respuesta no has hecho las cosas fáciles, sino que todavía tengo que preocuparme más? ¿Alguien me ha desbancado? ¡Por favor, Becks cuéntame!
¡Wow! Disparaba tan lejos del blanco, que de nuevo se habían vuelto cómico. Comencé a reírme con risitas histéricas.
—Pues bien, como quieras. Te voy a contar qué está pasando: tralari tralará, no sé por qué, pero voy a morir. Y tralarí tralará, lo sé porque cada noche sueño mi muerte. Voy a morir en una habitación con una alfombra verde pepino y un cobertor de florecitas. No sé todavía cuándo, pero veo que de eso se trata. ¿Qué te parece esta historia? ¿No te suena a humor negro? —casi me atraganto de la risa—. Oye, te digo algo: escríbelo antes de que sea demasiado tarde; quizá sea un maldito buen argumento para un cuento corto. Hasta puedes dedicármelo.
Con estas palabras, colgué.
Inhalé aire, lo exhalé y me sentí sumamente rara. La charla fue del todo diferente a como la había pensado, pero el efecto fue el mismo. De pronto me sentí vacía y mortalmente agotada. Me acosté y me dormí enseguida. Cuando abrí los ojos, por la mañana, mi primer pensamiento fue Tyger. No lo había visto desde la conversación con Faye, y en realidad no me había propuesto a ir a la escuela, pero ahora estaba convencida de que era la única opción.
Si Morton no me proponía nada, podría al menos darle una bofetada en plena jeta, lo que sería mejor que no hacer nada. Jamás había odiado a nadie tanto como a él. Bueno, vistas bien las cosas él, desde luego, no era nadie.
Las dos primeras horas fueron de natación. Suzy y otras dos chicas que se habían sentado juntos a mí en la clase de inglés del viernes me miraban con más atención que en mi primer día de clases. Al parecer, durante el fin de semana habían comentado ampliamente mi extraña conducta en la clase.
—¿Qué fue eso —fue lo primero que me preguntó Suzy cuando nos cambiamos para la natación en los vestidores— que le pusiste el viernes a Tyger sobre la mesa, y qué le dijiste en voz baja? No creo que logremos soportar todo el año escolar con él. ¡Qué ojete! Me gustaría saber si todos los ingleses andan tan drogados como él.
—Desde luego que no —dije, lacónica. Guardé mi ropa en el locker y corrí a la piscina.
Hoy hacía más frío y se me erizó la piel de todo el cuerpo, lo que también se debió, sin duda, a mi falta de sueño. Cuando salté al agua y me puse a nadar de crol confirmé a las indicaciones de la profesora Stratton, encaucé toda mi ira contra Tyger en mis movimientos: me abría paso por el agua como una energúmena, como si se tratara de vida o muerte. Y, de repente, se me presentó la angustia de mi muerte, fría e inmediata como el agua. En mi conversación telefónica con Sebastian me había puesto a reír como histérica, lo que consideré que fue una crisis nerviosa, una seguridad demencial, pero ahora las imágenes oníricas caían sobre mí con cada movimiento que hacía, se presentaban ante mi ojo interno cada vez que me zambullía y emergía del agua. La habitación ajena, la alfombra verde, el cobertor floreado. Los pedazos de cerámica, la sangre, el candelabro, mi súplica desesperada: por favor, no me dejes...
¿A quién? ¿A quién le rogaba? ¿A Lucian? ¿Era él a quien suplicaba que no me dejase morir? Nadaba en crol, cada vez con más desesperación, y comencé a luchar, a luchar contra de la muerte, contra esas imágenes de las que quería librarme, de las que quería huir. Nadaba como si detrás tuviera al diablo y no quisiera desistir, sino seguir luchando.
El agudo pitido me paró en seco.
Me agarré fuerte del borde de la piscina, que ya había alcanzado. Mi pecho estalló y apenas si lograba inhalar aire. Miré hacia arriba los rostros atolondrados de mis compañeras. Estaban sentadas en el borde y yo era la única que aún permanecía en el agua. La profesora Stratton estaba en el bloque de salida.
—¡Wow! —dijo, auténticamente desconcertada—. ¿Te preparas para el campeonato mundial o algo así?
No hice caso de los puntos que centellaban delante de mis ojos. Me quedé mirando a mi instructora, mientras mezclaba sus palabras con un eco: Te vi en la piscina ¿Te preparas para el campeonato mundial o algo así?
No guardo conciencia de cómo salí de la piscina. De pronto estaba delante de la instructora tartamudeando:
—Tengo, tengo...
Y salí corriendo disparada.
En el vestidor, abrí el locker, saqué jeans y camiseta, me embutí la ropa sobre el traje de baño mojado y corrí a la dirección.
—El señor Tyger —dije precipitadamente—. Necesito ver al señor Tyger, de inmediato.
La secretaria que me había recibido con mi padre al inscribirme me miró preocupada.
—Are you okey, swetheart? (¿Estás bien, querida?)
No, no me sentía bien.
Tyger estaba dando clases en el séptimo grado y no capté bien la dirección que me dio la perpleja secretaria, pero lo encontré. Abrí la puerta. Una alumna que, toda sonrojada y con los ojos llenos de angustia, estaba delante de todas, me miró como si fuera un ángel para salvarla. Tyger estaba sentado tras el escritorio, revolviendo su taza de té. Me miró y comprendió de inmediato.
—Ya lo sé —me dijo cuando estuvo conmigo en el pasillo—. Lucian está en el lago Nacimiento.
—¿En el lago Nacimiento?
—¿Qué puede estar haciendo allí? —comentó, frunciendo el entrecejo.
—¡Buscarme! —El rostro se me llenó de lágrimas—. Mi padre tiene una casa junto a ese lago y yo le conté de esta; nunca le dije nada de Los Ángeles. Solo le hablé de California y del lago Nacimiento, el mismo que yo pretendía atravesar a nado alguna vez.
El agua goteaba de mis cabellos y olía a cloro; todo mi cuerpo olía a cloro. Bajo mis pies se había formado un charco. Un profesor que venía por el corredor nos miró a Tyger y a mí, extrañando.
Tyger me tomó del brazo.
—Te llevo —me ofreció.
Continuara...
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...