Lo que Spatz reforzó con otra pregunta.
—¿Aún no estás cansada?
—Todavía voy a ver las noticias —mentí—, por las elecciones en EstadosUnidos.
Spatz asintió. Toda la noche se mantuvo eufórica porque en dos semanas ya estaría en el taller.
—Lo logrará —dijo—, Obama ganará. Apuesto cualquier cosa.
Sintonicé la NTV, donde habían venido presentando los pronósticos para las elecciones presidenciales. Parecía que Obama le iría bien. Todos creían en él, en el cambio, en su luminoso Yes, we can (Sí, podemos), pero en estos momentos me importaba un bledo si ganaba él u otro cualquiera. Solo necesitaba una excusa para poder quedarme allí arriba, sin que nadie me perturbara.
Cuando Janne y Spatz me gritaron buenas noches desde abajo, y John Boy y Jim Bob escondieron sus cabecitas bajo el ala, me dispuse a abrir el secreter de Janne, que antaño pertenecía a mi bisabuela. Janne sentía mucho afecto por Moma, pues ella le había dado algo que jamás recibió de su madre: reconocimiento, ternura, consejos. Cuando Janne se enamoró por primera vez de una chica, abrió su corazón a Moma y fue esta quien también la animó a que cumpliera su deseo de tener un bebé y estudiar psicología.
Moma vivía en Dusseldorf, en una pequeña mansarda con balcón y vista al Rin. Si bien ya era muy anciana para subir tantas escaleras, se negó obstinadamente a mudarse a otro lugar. Janne y yo la visitábamos cada año durante las vacaciones de primavera. Me acuerdo de la dentadura postiza de Moma, que por la noche depositaba en un vaso de agua sobre su buró, y también recuerdo su debilidad por los Ko-diamanten, bombones de chocolate amargo, mazapán y trufa, que contenía ron jamaiquino. Janne los compraba en la dulcería de Otto Bittner, en la misma Dusseldorf. Mientras Moma, sentada en su floreado sofá (para mí fascinación, sin la dentadura), saboreaba los chocolates, me contaba historias de su niñez y me pedía que le hablara de mis cosas.
Poco después de mi décimo cumpleaños, Moma falleció de una neumonía. Un joven del edificio, que le traía el mandado y le subía el correo la encontró sin vida en la cama. Moma dejó unos dos mil euros, muchos libros y sus muebles, de los cuales mi madre solo quiso el secreter, que trasladamos hasta Hamburgo en la camioneta de Janne.
Yo sabía que en una de las gavetas estaba la caja floreada de cartón con las cartas que Janne le escribió a Moma. Debajo de todo lo que había en la caja, hallé lo que andaba buscando. Janne envió a Moma un calendario-álbum con fotos de cuando estuve en el kínder y en la primaria.
Fui hojeándome a lo largo de los meses. La foto de mi primer día de escuela primaria la encontré en agosto. Era una mañana soleada, sin nubes. Yo estaba frente a la escuela. Detrás se veía un fragmento de los banderines de tela en los que, con colores brillantes, estaban los nombres de los pichones de primer año. Llevaba trenzas y tenía la mirada concentrada en la cámara; abrazaba fuertemente mi mochila escolar, que era roja, roja con puntos blancos. Mi vestido de esponjosa tela azul cielo llevaba estampado en el pecho un pez de colores, y de mi cuello colgaba resplandeciente el pequeño sol.
Continuara...
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...