Capitulo 44 1/2 (FINAL)

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Aquello había sido una voz. Sonaba muy lejana y luego calló. Yo no quería que se callara, sino oírla otra vez. Traté de abrir los ojos. Todo giraba, todo estaba borroso. Sobre mí había un rostro y también el rostro giraba, muy rápido, demasiado rápido. Yo quería que parara.

—¿Dónde estoy? —dije con voz rasposa, y cerré los ojos para que los vuelcos cesaran.

—Estoy contigo. Estás en el hotel. Estás en la habitación que habíamos soñado. Estoy contigo.

Sí, era la voz que había oído antes. Ahora era muy cercana, directamente sobre mi oído. Yo conocía esa voz. Yo amaba esa voz. No podía creer que fuera auténtica, que estuviera aquí.

—Soy yo: Lucian. Ya pasó, Rebecca. Lo logramos. Abre los ojos.

No podía.

—¿Qué está pulsando? ¿Qué es lo que pulsa aquí?

—Tu herida en la muñeca. Ya la vendé. Ya no sangra. Estás segura, Rebecca. Abre los ojos. Mírame.

Traté.

Los vuelcos cesaron.

Él realmente estaba aquí. Lucian estaba tirado junto a mí sobre la alfombra. Su rostro y sus brazos estaban embadurnados de mi sangre, pero sonreía y me tenía abrazada. Besó mis sienes. Besó mis mejillas. Besó mis labios.

Luego levantó mi mano herida con cuidado y besó el vendaje de mi muñeca. Era grueso y blando. Vi un paquete de pañuelos desechables envueltos en un pañuelo de tela; este era de un verde claro y tenía rosas rojas estampadas.

Escuché voces por el corredor. De afuera llegaba a mí oído el sonido de una sirena.

Besé las sienes de Lucian, besé sus mejillas, sus labios y luego la palma de sus manos.

—Lo lograste —susurré.

—Sebastián me ayudó —dijo, sonriendo ampliamente—. Trató de convencer a tu padre por todos los medios, pero no lo consiguió; aunque al menos lo distrajo tanto de mí que pude recobrar el control sobre mí mismo.

—Pero, ¿cómo encontraste el hotel? —pregunté, soltando la respiración.

La comisura de los labios de Lucian se retrajo nuevamente.

—Michelle nos lo dijo a escondidas.

¿Michelle? ¿Justamente Michelle?

—Sin que yo lo sospechara, me puso un papel en la mano. Creo que comprendió que estábamos diciendo la verdad, lo mismo que Sebastián, y creo que vio cuánto te ama tu madre.

En el corredor se cerró una puerta. De nuevo escuché voces. Alguien gritaba: Mom, mom I'm here! I'm fine! (¡Mamá, mamá! ¡Estoy aquí! ¡Estoy bien!)

—Mi madre se encontraba en la tina de baño —dije, inhalando aire— cuando salí del cuarto. La dejé a solas. ¡Dios mío!, ¿qué habría pasado si ella...?

—Shhhh... —Lucian puso un dedo sobre mis labios—. Está bien, Rebecca. La vi en el vestíbulo. Estaba terriblemente alterada y no cesaba de llamarte. Pero no está herida. Creo que nadie ha quedado lastimado de gravedad.

Traté de levantar la cabeza, pero no lo conseguí. Todo me dolía.

—¿Te vio?

Movió la cabeza. Me mordí los labios. La muñeca me pulsaba con más fuerza. Lucian abrazó mi cara con las manos y se me quedó mirando. Recordé todas las miradas que le había visto: irónicas, furiosas, alegres, relajadas, asombradas, desconcertadas, apacibles, emocionadas, tristes, tiernas... Pero nunca lo había visto tan feliz... ni tan desesperado.

—Ya no nos queda tiempo, Rebecca —susurró.

—Suena a despedida, Lucian —dije, cerrando los ojos.

—Sí —afirmó quedo—. Es tiempo de que me vaya.

Sentí sus manos sobre mi rostro y pensé: "No, no, no".

Lucian me acarició la cara, solo con el dedo, y no dijo nada. Ni tenía necesidad de hacerlo. Yo lo sabía. Sabía que estábamos en el principio y que ese principio era el fin.

—¿Cómo? —susurré cuando el silencio se había vuelto demasiado pesado.

—¿Cómo ocurrirá? —me sonrió con tristeza—. Mediante un sencillo pensamiento humano. ¿Qué ocurriría, Rebecca, qué ocurriría si me convirtiera en ángel de nuevo? ¿Puedes imaginarlo? ¿No lo podrías... desear?

Me quedé mirándolo. Miré las venas de su frente. Venas por las que corría sangre; sangre caliente, humana. Acaricié su piel, blanda como era, y coloqué la mano sobre su pecho para sentir su corazón, que latía contra mi mano, suave y a un ritmo normal.

—Entonces te irías —susurré—, y yo me quedaría sola...

Lucian pasó una mano por mi cabello.

—¿No te acuerdas de lo que te dije en el lago... —preguntó tiernamente—...que te amo más que a mi vida? Si regreso a lo que fui, será solo por esa razón: porque no quiero dejarte sola. Estaré a tu lado por siempre, Rebecca. Pero solo puedo hacerlo de este modo. ¿Lo entiendes?

Callé. Asentí. Sí, lo entendía.

Lucian dejó caer su cabeza sobre mi pecho y nos quedamos así por un momento. En el corredor reinaba de nuevo la calma. El aliento de Lucian rozaba mi cuello cálidamente.

—¿Qué ocurriría si... —escuché su voz en mi oído—...qué ocurriría si una vez más nos sumergiéramos juntos?

Presioné mis labios contra la mejilla de Lucian.

—¿Dónde? —le pregunté—. ¿Dónde tenemos que hacerlo?

—En el lago del Dragón.

—Pero estamos aquí, en el hotel...

—Entonces salgamos de aquí de inmediato —levantó la cabeza y me sonrió—. Como en el libro Donde viven los monstruos.

Asentí, esta vez entre lágrimas, y susurré:

La noche en que Max llevaba su disfraz de lobo y no tenía en la cabeza más que ganas de hacer travesuras y su madre le gritó: "¡Muchacho salvaje!".

Los ojos de Lucian ahora brillaban.

Y tuvo que irse a la cama sin cenar —dijo con suavidad—, y justo esa noche brotó un bosque en su habitación, el cual creció y creció hasta que el techo se llenó de hojas, y las paredes se alejaron tanto como todo el mundo...

—...y de repente allí estaba el barco —proseguí con un susurro—, solo para Max, y él navegó en ese barco.

Lucian asintió.

—Y eso haremos, Rebecca. Navegaremos por el lago; solo que antes debemos solucionar algo.

Se desprendió de mí con suavidad y fue hacia el auricular del teléfono que seguía oscilando en la pared.

Cerré los ojos y escuché cómo hacía lo que solo como ser humano podía hacer: solicitar ayuda.

Luego sentí sus manos. Me levantó del piso y me colocó sobre la cama. Se acostó junto a mí y me atrajo con su brazo. Escuché el latido de su pecho y escuché su voz entre mis cabellos.

—¿Rebecca?

Continuara...

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora