Capitulo 8 2/5

1.5K 22 0
                                    

Pensé en Suse, quien sospechaba que Lucian era un stalker. Los stalkerers llegaban lejos, endemoniadamente lejos; había leído acerca de eso, e imaginármelos siempre me resultaba algo horripilante. Quizá se había enterado de mi vida... ¿y sencillamente maquinó lo que contaba? ¿Acaso podía engañarme tanto una persona?

Me sobresalté cuando de repente sentí pasos en el corredor, primero quedos y luego se volvieron más fuertes; se aproximaron más, hasta que permanecieron quietos junto a la puerta. Todo estuvo en silencio por un largo momento; luego vi cómo la manija giraba hacia abajo lentamente. Eché la cobija sobre mi pecho y me di la vuelta hacia la pared.

—¿Rebecca?

Era Janne. Olí su perfume y sentí su presencia en el cuarto. Seguramente estaba en la puerta y me miraba. Me acalambré toda de tanto esfuerzo por no hacer movimiento alguno.

"¡Lárgate!", pensé con rabia. "¡Vete de aquí! ¡Déjame en paz!". Sentí una intensa furia, más profunda de lo que hubiera pensado que podría experimentar. Mi madre me había abofeteado delante de mis amigos y me castigó con no dejarme salir. Y lo peor de todo: no confió en mí. 

¿Cómo pudo dejarme colgada justo en el momento en que más la necesitaba? De alguna forma percibía que ella se preguntaba lo mismo... y yo disfrutaba de su cargo de conciencia. Se lo tenía merecido.  

Janne se marchó sin decir nada.

Cuando por la noche me escabullí hasta la cocina, oí cómo mi madre lloraba en su alcoba. Spatz le hablaba en voz baja, tanto que no capté sus palabras, pero me quedé delante de la puerta hasta que los sollozos de Janne cesaron. 

Por la noche soñé que nadaba en un lago; había oscuridad. El frío del agua era agradable; lo percibía en mi piel, me hacía sentir un hormigueo, mientras mis brazos se movían rápidamente hacia delante, cada vez más y más adelante. El agua oscura burbujeaba ante mis ojos; gotas tornasoladas se dispersaban en el aire como perlas plateadas. Y yo me sentía liviana, nadaba sin esfuerzo: era como resbalar, liberada de mis propios movimientos. Estaba sola, pero al mismo tiempo había alguien junto a mí, alguien a quien no podía ver; alguien que se deslizaba por el lago a mi costado. Sobre mi cabeza corría el viento y entonces empezó a llover. Las primeras gotas cayeron lentas y pesadas, hasta que por fin toda el agua se puso en movimiento. La sentía por doquier, me envolvía dentro de unos tamborazos cada vez más sonoros; y en todo este tiempo no dejaba de tener esa maravillosa sensación de que había alguien a mi lado, hasta que me desperté por el sonido de la lluvia. Lentamente, como a través del agua, me di cuenta de que estaba acostada en mi cama. La lluvia venía de fuera y yo estaba sola. Lo experimentaba con una claridad extraña y angustiante, tanto que me asustó. Arrojé la cobija y me deslicé en silencio por la casa. 

En el desván todavía se veía luz. Subí la escalera de caracol y, con cuidado abrí la puerta. Spatz estaba sentada en el sofá y sonrió en cuanto me vio. 

—¡Listo! —dijo y me puso delante de la nariz algo que brillaba y que ella acababa de terminar—. Mi primera Spongia beatificae. ¿Qué te parece? 

Con cuidado, tomé el delicado cuerpecito esponjoso. Tenía un color dorado y estaba atravesado por hoyos hechos con ganchillo. Parecían poros por los que podía pasar el aire o el agua. Me dio la impresión de que la pequeña esponja que se plegaba en mi mano era en realidad un ser vivo que respiraba.

  —¡Es preciosa! 

—Inventé una historia —dijo Spatz—. ¿Quieres escucharla? 

Sin aguardar mi respuesta, sacó del bolsillo de su falda un papel arrugado, lo desplegó y me leyó las líneas que tenía escritas. 

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora