Me quedé mirándola y luego contemplé el caos que había armado. Aquí concluyó mi propósito de encargarme de mi vida. Michelle se me aproximó, me tomó por la muñeca y me sacó del escritorio de mi padre.
—¡Fuera! —me encaró. Su voz era gélida.
Le enseñé los dientes.
—¡No! —le grité en plena cara—. ¡Me quedaré aquí todo el tiempo que quiera! ¡Y más vale que no te importe una mierda lo que yo haga en el cuarto de mi padre! ¿Entendido? ¡Porque es mi padre! En todo caso le tiene que importar a él, no a ti. ¡No a ti!
Michelle se quedó totalmente paralizada. Lo sentí en la mano con la que me tenía tomada la muñeca.
Pensé que si ahora despegaba sus dedos, se romperían.
—¿Qué es lo que está pasando?
Ahora mi padre estaba en la puerta con Val en los brazos, quien, fascinada, contemplaba el desorden que había en el suelo. Michelle corrió hacia ella y la quitó de los brazos de mi padre.
—¿Quiero saber quién es este? —dije a mi padre, y le presenté el grabado—. ¿Quién es este hombre de cabello oscuro? ¿Qué sabes de él?
Mi padre observó la imagen y luego me miró. Estaba totalmente desconcertado.
—¿Qué? —preguntó—. ¿Por qué te interesa este viejo grabado?
—Porque yo, maldita sea, quiero saber qué está pasando aquí —grité—. Quiero...
—¡Se acabó! —Michelle se había puesto entre los dos—. ¡Esto se está pasando del a raya, Alec! No quiero bramidos en esta casa. ¡Quiero que... —Michelle me señalaba como si yo fuera una epidemia o una maldición—... esto acabe de una vez! ¿Por qué nosotros? ¿Por qué nos tenemos que ocupar nosotros de esto? ¿Qué nos importa? Dímelo. Dime por qué su maldita madre...
Ya no siguió, porque ahora la que había comenzado a gritar era Val, tan alto y con un timbre tan elevado que pensé que los vidrios de las ventanas iban a saltar en miles de pedazos.
Michelle presionó la cabeza de Val contra su pecho y le habló suavemente para tranquilizarla. Se dirigió a Val como si fuera un bebé.
—Está bien, pequeñita. Lo siento tanto. Todo va a estar bien. Tu mamá está contigo. Vamos afuera. Vamos a ver cómo van los hombres de la piscina. ¿Quieres que nos bañemos?
Ya estaba en la puerta. Allí se giró una vez más hacia mí.
—Piensa en lo que te dije en el coche —siseó entre dientes—. Te lo dije en serio.
Mi padre cerró la puerta. Se me acercó con los brazos abiertos.
—Lobita, ¿qué es lo que te está pasando? Tú...
—¡Rebecca! ¡Me llamo Rebecca! —bufé—. ¡Y quiero saber quién es ese hombre que está con tu abuelo!
Mi padre se encogió de hombros. Su desconocimiento parecía auténtico; parecía no entender qué me estaba ocurriendo.
—No lo sé —dijo, desconcertado—. Encontré el grabado luego de que tú me mandaste ese mail sobre el testamento de mi abuelo. Se me cayó y por eso lo recogí. No conozco a ese hombre. Lo único que sé es que la mujer que aparece en la foto fue la prometida de tu bisabuelo. Su nombre es un tabú en nuestra familia. Parece que en ese entonces se armó un escándalo tremendo. Hasta donde sé, era bailaría y casi deja a tu bisabuelo vestido y alborotado. Por...
Mi padre contempló el aguafuerte. De pronto, arrugó la frente. Ahora parecía que las circunstancias se aclaraban en su mente:
—... Creo que por culpa de él.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...