Lucian vivía en Holzdamm, muy cerca del bar. Era una bonita casa antigua, no diferente de la casa de Eimsbüttel donde Janne tenía el consultorio.
—¿Te encuentras bien? —volvió a preguntarme cuando abrió la puerta de su vivienda.
Yo asentí con la cabeza, aunque la cadera seguía causándome un dolor horrible, pero definitivamente no tenía nada fracturado o dislocado y, afortunadamente, la sensación de vahído había disminuido. Me aparté el cabello de la cara y me asusté al ver sangre en mis manos y Lucian también se alarmó al darse cuenta.
—Veamos —se me acercó, me quitó el cabello de la frente con cuidado y examinó la herida.
—Parece peor de lo que es —dijo—. Tenemos que subir hasta el quinto piso. ¿Crees que podrás llegar?
—Sí, claro.
Decidida y cojeando, subí las escaleras al lado de Lucian, pero cuando llegamos yo ya no podía más. Lucian abrió la puerta y me hizo entrar antes que él. En cuanto estuve dentro, quedé perpleja.
—¿Qué pasa? —preguntó Lucian.
—Nada —contesté desconcertada pero, por algo, el lugar se me hizo conocido. Era el olor. No sabía con qué relacionarlo, pero estaba segurísima que no era de Lucian.
Miré en derredor. Esperaba una especie de casa de citas, un sórdido agujero en un lugar ruinoso, pero esta vivienda era exactamente lo contrario: se veía por el ancho pasillo de reluciente parquet. Tras las laqueadas puertas de dos hojas había señoriales aposentos de techos artesonados. Por la ventana penetraba en sol del atardecer y, hasta donde pude ver, todo el conjunto era de muy buen gusto: enormes estanterías repletas de libros, una chimenea y muebles antiguos, junto a los cuales nuestros muebles parecían de bazar.
Quién vive aquí? —pregunté suspicaz. En mi cerebro de repente tomó vida una idea horripilante.
—Un millonario homosexual —me contestó Lucian con indiferencia—. Le pegó al gordo de la lotería y ahora cada mes contrata a un amante. A mí me corresponde noviembre. ¿No soy un tipo con suerte?
—¡Idiota! —refunfuñé.
—Pero eso es exactamente lo que pensaste, ¿o no? —me pareció que Lucian iba a soltar la carcajada.
—Ahora en serio —dije—. ¿Quién vive aquí? ¿Tu amiga tiene un papá rico?
—Ella no es mi amiga —contestó Lucian—. Es solo alguien que me... distrae.
—¡Fenomenal! —resoplé—. ¿Y qué haces con ella... para distraerte?
En vez de responderme, me tomó de la mano y me llevó a un cuarto ubicado al final del pasillo. Cuando sentí la lisa y cálida piel de su mano, me quedé sin aliento. Era una sensación tan fuerte que no la lograba captar. Instintivamente apreté más la mano de Lucian, pero entonces me la retiró. Abrió la puerta de su alcoba y señaló hacia la cama.
—Siéntate —dijo—. Voy a traer algo para tu cara.
Mi cuerpo entero tembló cuando me dejó en la cama, aunque no debido a la sien que de nuevo comenzaba a sangrar. Esta forma de excitación nunca la había vivido. No conocía la sensación de que las células del cerebro fueran a fundirse con un lastimoso grumo, y me molestaba mucho que fuera algo tan poderoso.
El cuarto estaba bajo el tejado, y por la ventana se divisaba el sol vespertino. Las paredes eran de un azul brillante y en la que estaba ubicada junto a la puerta se encontraba el retrato de una joven bailarina. Por lo demás, apenas si había algo personal en la habitación; solo junto a la silla de mimbre tenía unas ropas y, junto a la cama, en la mesilla de noche, descubrí el libro de Janne sobre los sueños. Lo miré como si fuera un insecto venenoso.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...