Capitulo 22 2/2

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¿Qué esperaba? Había sido una locura venir hasta aquí. ¿Por qué tendría que estar aquí luego de que me había traicionado de esa forma y me había dejado sola? ¿Por qué...? ¡Para! No debía volver a pensar, tenía que...

—A ti te paso algo —la voz de Faye era muy queda, pero de golpe tuve que taparme los oídos. Las palabras zumbaban por toda mi cabeza y quemaban en cada rincón de mi cerebro.

Me curvé, uní los brazos frente al pecho y comencé a gimotear.

Las esponjas son maestras en defensa toxica y su código genético presenta gran parecido con el de los humanos, de los humanos, de los humanos...

Me asía de mi mantra como desquiciada, aunque sabía que era demasiado tarde. Había perdido. Mi mecanismo de defensa cayó hecho pedazos y yo no podía hacer nada, pero nada en absoluto.

El pelo rojo de Faye resplandecía al sol como fuego. Levantó la mano y la puso en mi espalda. Sentí cómo el espacio entre los omóplatos se cargaba de calor al tocarme. Ella irradiaba a través de mí, hasta el blindaje que se había asentado en torno a mi pecho y que ahora había saltado en miles de millones de pedazos, dejando libres todos los pensamientos prohibidos.

Comencé a llorar y me puse a gritar tan alto que el niño que estaba delante de nosotras se asustó, sacó las piernas del agujero de arena y echó a correr por el malecón.

—¡Te odio! —grité—. ¡Te odio, Lucian!

El viento había enfriado y el sol se había hundido más. Seguíamos en la playa y Faye callaba como antes, pero ahora yo tenía la cabeza en su regazo. Me acarició el cabello y me miró de esa forma tranquila y en cierto modo ajena a este mundo. Cerré los ojos durante un rato inacabable.

—Fue una tarde perfecta —oí que me decían—. Era un miércoles. Nuestra Ladies Night in. Mi madre, su novia Spatz y yo estábamos sentadas en nuestro desván. Acabábamos de escombrar todos los enseres que pretendíamos vender en el bazar. Habíamos reído y hablado de los tiempos pasados. Y yo había tenido de repente esa extraña sensación. Era como una ruptura interna. Muy tenue; al principio pensé que me lo estaba imaginado. Esa misma noche tuve una horrenda pesadilla y luego ese extraño joven se encontraba frente a mi casa.

Faye me miraba inmóvil. Le conté toda la historia, todo cuanto me había ocurrido en los últimos cuatro meses y cómo mi vida estaba de cabeza y, al final, había sido arrancada de cuajo. Le conté también de los sueños de Lucian, de los cuales algunos se habían vuelto realidad. Le expliqué por qué me urgía venir a la playa. Faye no hizo ningún gesto. No me interrumpió con preguntas. Simplemente me escuchó.

Cuando llegué al momento en que Janne regresó a casa de su cita nocturna con Lucian y me ordenó que empacara mis cosas, cerré los ojos.

—Entonces aún tenía la ilusión de ser una persona con voluntad propia —susurré—. Me lancé sobre mi madre y la golpeé con los puños. Pero no dijo ni pío. No me explicó por qué yo debía marcharme, ni lo que Lucian le había contado. En vez de eso, me amenazó con que, si por la mañana no iba por voluntad propia al aeropuerto, ella hallaría la manera de llevarme. Supe que hablaba de medicamentos y en ese momento comprendí que no tenía ya sentido oponerme. Por la noche, Spatz había hecho mis maletas, y fue la primera vez que la vi llorar —lentamente, abrí los ojos y vi que la mirada de Faye estaba fija en mí—. Por la mañana, Janne me llevó al aeropuerto y subió conmigo al avión. Luego, para colmo, tuve ese terrible dolor que cada vez se ponía peor.

Me levanté de nuevo y miré el mar. A la derecha, en lontananza, se podían ver las montañas. Se veían envueltas en neblina y el mar había adoptado un fuerte tinte oscuro. No podía creer que hubiera pasado tanto tiempo, pero al menos tenía que ser ya el amanecer. A lo lejos pasaban veleros, y directamente frente a nosotras, sobre una estaca se había posado un pelícano. Era muy grande: el largo pico girado, el delgado cuello inclinado como un cisne negruzco, me miraba solo con un ojo.

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora