—Dejemos este lugar —le reprimió—. Vayamos todavía más atrás. ¿De acuerdo? —siento cómo suspira aliviada––. Así vamos bien. ¿Dónde está usted ahora? Dígame qué está viendo.
Esta vez la pausa fue muy larga. Y cuando Lucian continuó hablando, su voz era tan baja que tuve que pegar la oreja al aparato para entender.
—Un cuarto, pero no una sala. Una puerta giratoria. Metal... Hay voces. Y entonces... ahora...
—¿Qué? —la voz de Janne apenas se percibía—. ¿Qué ocurre ahora?
—No quiero seguir adelante —de golpe, Lucian alzó la voz con energía.
—Ok —la decepción de Janne se notaba claramente.
Lo trajo de regreso, le dijo que abriera los ojos y comentó:
—Quizá la próxima vez avanzaremos más.
—Quizás.
Ambos callaron.
—¿Qué ha ocurrido en los últimos días? —quiso saber Janne, finalmente—. ¿Se ha vuelto a ver con la chica?
—No
—Bien —nunca había oído a Janne más aliviada. ¿No habría notado nada lucian?
—Creo que es mejor así —prosiguió mi madre—. Sería un error molestar a la chica. Aléjese de su camino.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —Lucian sonó airado.
—Entonces procure —agrego Janne insistentemente—, no confiar en nadie más que en mí, mientras no sepamos qué le ocurre a usted.
— ¿Qué le ocurre? —en la voz de Lucian había muchas cosas; inseguridad, enojo, desconfianza.
—¿Qué quiere decir?—Janne no desistía. Ahora atacaba.
—¿Puedo confiar en usted?
—Sí —Janne se mostró completamente tranquila—. Sí, desde luego que sí.
Ahora fue Lucian quien carraspeó.
—Necesito un nombre —comentó—. Se me ha ocurrido uno. Me llamaré lucian.
—¿Cómo tomó esa decisión?
Escuché un ruido.
—Ya me voy —dijo Lucian—. Gracias por lo que hace por mí. Sin dinero y todo lo demás, quiero decir.
—Con gusto. Deseo ayudarle, y sí lo ayudaré, Lucian. ¿Qué le parece el sábado 25? ¿De nuevo a las siete?
—Ok.
Hubo un sonido metálico. Janne había apagado el aparato.
Mi cerebro también parecía apagado. En mi cabeza todo daba vueltas. No lograba pensar con claridad. De golpe, experimenté un repentino impulsode destrozar algo que perteneciera a Janne. Aléjese de su camino.
Ese no era el consejo de una psicóloga, si no de una hipócrita. Me importauna mierda si Janne quería protegerme con eso. ¡Me había engañado asabiendas! El porqué Lucian se había comportado de manera tan tímidame resultaba ahora totalmente claro. ¿Qué más le habría aconsejado Janne? ¿Qué otra cosa le habría sacado? Lancé una inquieta mirada al reloj. Las diez y cinco. Janne podría estar aquí en cualquier momento, pero yo quería escuchar más. Ahora no podía desaparecer de aquí. Avancé un poco la cinta, oprimí play nuevamente y caí en medio de la siguiente grabación.
—Ahora sé su nombre —oí que decía Lucian—. Se llama Rebecca.
—¿Cómo lo sabe? —la voz de Janne sonaba llamativamente neutral. Me pareció que había sacado valor y tranquilidad de algún lado.
—Me vi con ella anoche, en el Elba.
—¿Se habían citado?
—No. Yo no lo llamaría así. Ella vino... para visitarme —dijo con una risaqueda.
—Rebe... —Janne se tragó el resto de mi nombre y comenzó de nuevo—.¿Sabía ella que usted estaba allí?
—No. No lo sabía, pero llegó hasta mí. Hablamos.
—¿De qué? —Janne hizo una pausa—. ¿Le ha contado algo ella?
—No mucho. Nada de los sueños. Solo de mi... ¿amnesia?
—Sí. ¿Y? ¿Qué ha dicho ella? —cerré los puños: qué amigable, participativa y al mismo tiempo profesional sonaba Janne.
Pero Lucian no contestó su pregunta.
—Siento miedo —escuché que decía, en vez de contestar la pregunta—.¿Cómo puede saber todas estas cosas sobre ella y a la vez no saber quién soy yo? ¿Y por qué constantemente tengo esta sensación de que soy peligroso?
Miré de reojo el reloj. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Las diez y diez!En cualquier momento Janne regresará del médico. Presioné avanzar y de nuevo play.
—... dijo algo de un baile de máscaras. Quería verse allí conmigo. Llegaron quienes la acompañaban.
Adelanté la grabación un buen tramo. Mi corazón latía con locura. Las diez y cuarto. Era urgentísimo desaparecer de aquí. Oprimí de nuevo play.
—... ella dijo el nombre de Sebastián. Iba vestido de conejo ––Lucian rió, con su risa suave y ronca—. Un furioso conejo gigante. Me amenazó con la policía. También conocía a la chica que venía con él...
Presioné avanzar. En el lugar donde oprimí play me pareció que a la grabadora le pasaba algo. Hacía ruidos y se saltaba determinadas frases. Yo entendí:
—... de nuevo soñé con ella... mayor, igual que... más corto... poni. Rebecca se me acercó... escalera de caracol... la señora Dünn, cabellos cortos. Bonita. Llevaba... de rayas azules y blancas... se volteó hacia nosotros. Pálida... segundos se quedó mirando fijamente a Rebecca... dijo:"Está muerto. John Boy ha muerto".
Ya no podía continuar. Apagué la grabadora y me levanté para cerrar laventana. Entonces vi el taxi. Se paró directo frente al consultorio. Afuera, una mujer con muletas subía penosamente.
Continuara...
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Lucian (TERMINADA)
Novela JuvenilUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...