Están juntos otra vez? —era la mañana del domingo y mi madre estaba sentada junto a mí en una silla plegable enel viejo salón de subasta de pescado, donde tenía lugar un bazar cada tercer domingo del mes. Janne quitó una mota de polvo de la vieja chamarra de Spatz, que colgaba de una barra junto a otros sacos, blusas y vestidos. Sobre una mesa tapizada se encontraban las cosas que habíamos desechado del desván.Mientras, se había reunido un considerable número de gente. Junto al radio para ducha de color amarillo chillón se encontraban mis viejos vestidos de carnaval, el espejo de mano plateado y los libros de Janne que habíamos eliminado por completo; sobre todo, la caja con los regalos de la madre de Spatz; una quesera de cerámica marrón, un juego para vino caliente especiado, tres platos de pared con ángeles músicos, un erizo portapalillos de cristal verde tallado y aros servilleteros de color pastel con motivos de patos.
Janne y yo habíamos salido de la casa poco después de las siete, pero de algún modo fuimos de los primeros en llegar. Por la gigantesca galería estaban repartidas unas cincuenta mesas. Como fuera, no dejaban de ser horas tempranas de la mañana, pero hoy había madrugado y me sentía casi bien de nuevo.
Más allá de los ventanales había levantado vuelo una bandada de gaviotas hacia el cielo violeta, y a través de la cúpula de cristal comenzaron a penetrar al poco rato los primeros rayos del sol; dibujaban líneas doradas sobre el pavimento y bailoteaban sobre pesadas vigas de acero. La vieja sala del mercado del pescado, con sus históricos muros de ladrillo y el techo abovedado de hierro y cristal, era uno de los motivos por los que mi madre había decidido comprar la casa cerca del puerto.
El año anterior, Sebastián y yo celebramos aquí la noche de San Silvestre(31 de diciembre). Había tocado una banda de hip-hop y cuando, a la medianoche, Sebastián me besó, sobre su lengua había un pendiente de plata en forma de corazón, que viajó de la boca de Sebastián a la mía y de ahí al lóbulo izquierdo de mi oreja.
—Erde para Rebecca. ¿Me oyes? Erde para Rebecca...
Janne me dio un codazo y me ofreció una dona. Había recogido su pelo rubio en una cola de caballo y, como siempre que no estaba en el trabajo,iba sin maquillar.
—Si no quieres hablar de Sebastián... entonces mejor lo dejamos.
Mordí la dona, suspiré y me encontré con la mirada de Janne. Su suéter azul claro de cuello de tortuga hacía que sus ojos brillaran y, como de costumbre, pensé en lo poco que me parecía a mi madre. Janne tenía una cara transparente, seria, que daba siempre la impresión de estar reflexionando, aun cuando riese. Incluso en sus fotos de niña tenía esa expresión. Pertenecía a las personas que con la edad apenas si cambian, oque de niños ya tenían en el rostro algo de adultos.
Con unos golpecitos tiré los granos de azúcar de mi suéter.
—La respuesta es no —dije—. Sebastián y yo ya no andamos de nuevo, al menos no como tú piensas. Somos... amigos.
En ese momento, las cejas de Janne mostraron un diminuto pliegue.
—Ok, ok —me miré y lamí un poco de mermelada de las yemas de mis dedos—. O algo por el estilo. No tenemos sexo, es lo que quieres saber.
Ahora fue mi madre quien suspiró:
—Lobita, lobita... pronto tendrás diecisiete, sabes lo que quieres y te tengo confianza. Lo único que quiero es que seas feliz y, de algún modo, no lo pareces.
Hizo una pequeña pausa:
—¿Han hablado acerca de ustedes? O sea, ¿de la relación?
—Claro. Un poquito —aparté la dona, levanté una caja con CD viejos y lacoloqué sobre la mesa tapizada.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...