Capitulo 34

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Y  no supe cómo llegamos a la casa. Quizá Lucian me tomó de lamano; quizá corrimos por la blanda hierba lado a lado. Como sea,aquí estábamos, uno en los brazos del otro. El porche cubierto seme antojó como un espacio protegido que solo estaba abierto allago. Una mecedora, una mesa, dos sillas, una ventana abierta y, enmedio del porche nosotros. 

Lucian me acariciaba con su mano, pasando las yemas de sus dedos pormi cara, mis labios, las aletas de la nariz; luego siguió por el lado de estahasta la sien, y desde allí de nuevo bajó hacia la mejilla, que yo habíacolocado sobre su palma, donde estaba caliente, por dentro y por fuera,hasta que no supe dónde terminaba mi cara y comenzaban sus manos.El pedazo de cielo que se avizoraba desde el porche se coloreó lenta ysigilosamente, como si alguien desde arriba estuviera echando color alcrepúsculo, un azul oscuro, un gris más profundo, un negro más espeso. 

Y cuando menos miraba Lucian, tanto más lo sentía, como si de repenteme hubiera despertado de mi propio sueño, o como si viera con los ojoscerrados.

A él le ocurría lo mismo; yo lo sabía. Y cuanto más tranquilos estábamos,nos movíamos con mayor lentitud, el sueño se volvía más real y nosotrosen él.

Palpé su cara y comprendí cómo ven los ciegos. El rostro de Lucian surgíanuevo bajo mis dedos. Allí estaba la frente alta de líneas finas, que recorría lo largo hasta el nacimiento del cabello, donde se agolpaba la sangre desus venas con un ritmo palpitante, cada vez más rápido, cada vez con máscalidez, hasta que las yemas de mis dedos comenzaron a encenderse. Misdedos se deslizaban hacia abajo por sus pómulos, una viga puntiaguda,hasta que sentí los finos pelillos de su mejilla. Mi dedo se movió hacia elsuave arco de su labio superior y hacia arriba hasta la curva en forma de  corazón y luego hacia abajo a la comisura de la boca y desde allí haciaabajo por el rebosante y curvado labio inferior. 

Cerré los ojos con fuerza, en una completa oscuridad. Era todo tantranquilo que yo no oía nada, salvo la sangre que corría a raudales en mí. 

Lo besé. Me besó. Ambos nos besamos. 

Y el beso fundió nuestro sueño en uno, y todo se volvió real. De súbito, lacalidez estaba por todas partes: en nuestras manos, en mi pecho, en mivientre, en mis piernas y hasta en la punta de mis pies. 

La calidez se transformó en calor vivo. Ahora las manos de Lucian ardían,quemaban mi piel y luego, de repente, sonó un crujido apenas perceptible. 

Asustados, escudriñamos en derredor, ambos al mismo tiempo. 

Sobre el porche brillaba la luna, plateada, y su claridad danzaba sobre elpiso de madera. Un suave viento soplaba, y noté que había una ventanaabierta en la casa. Las cortinas blancas se habían henchido y debajo demí escuché un débil maullido, directamente junto a mis piernas. Cuandovi levantada la cola negra del gato, comencé a reír. También Lucian seechó a reír imperceptiblemente. 

El gato negro, el nuevo habitante de la casa de mi padre, acerca del cualme había escrito, estaba frente a nosotros y nos miraba con sus ojosbrillantes, primero a Lucian y luego a mí, y después de nuevo a Lucian,como si quisiera preguntarle algo: ¿A quién has traído hasta aquí?

 Reímos de nuevo. Eran los primeros sonidos que salían de nosotros, y porpoco nos asustan más que el gato, que ahora se había girado, ofendido ydueño de sí mismo, y se iba caminando por el jardín con el mismo sigilocon que había llegado. 

Lucian tomó mi rostro entre sus manos, se apartó un poco y pude mirarsus ojos. Tenía su cara frente a mí una vez más. Su pálida pielresplandecía a la luz de la luna, sus cabellos eran negros como el carbón,y sus ojos yacían grandes y oscuros en sus cuentas. Sentí su mirada, quese posó sobre mí, suave como una caricia. Dije: 

—Te amo. 

Las palabras quedaron en el aire hasta que se deshicieron lentamente yluego salieron de su boca. 

Me besó con suavidad, primero en las sienes, luego en el cuello, despuésen la boca. Finalmente, reclinó su cabeza sobre mi pecho. 

—¡Estás aquí! —susurró—. ¡Estás aquí de verdad! 

—Sí —repuse—. Ahora estoy aquí, y no me mandarás lejos otra vez.Ahora, por fin, estamos juntos.   

Continuara...

Lucian (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora