La clara luz del sol me despertó. En un primer momento no tomé conciencia de dónde me encontraba y, parpadeando, miré en torno de la habitación. Del lado de la ventana había una mesa café de madera; en la pared, un armario rústico pintado de azul; en un rincón, una silla de tela. Por el suelo había ropa desperdigada: una camisa de franela azul oscuro, zapatos desgastados, mi sudadera de capucha, y dos pares de jeans con las piernas enredadas entre sí.
Mi sonrisa se amplió más. Toqué el brazo que pesadamente estaba sobre mi pecho, me giré con cuidado y vi a Lucian. Estaba acostado sobre mi vientre, con el rostro hacia mí. El cabello negro le cubría la frente, y sus labios, ligeramente abiertos, eran de un rojo casi irreal. Sus pestañas proyectaban diminutas sombras y sus párpados ni siquiera se movían. Respiraba tranquilo y hondo, y daba la impresión de estar tan feliz como yo.
Lo besé en la mejilla. En sueños murmuró algo y luego, con cuidado, me deslicé fuera de su brazo, tomé su camisa y, envuelta en el olor de su cuerpo, toqué el piso; a la izquierda estaba el baño, a la derecha un dormitorio y más lejos una amplia sala con una cocina, sin separación. Aunque no recordaba nada, me sentí en casa de inmediato. Todo estaba pintado de colores claros y los muebles daban la impresión de ser más cómodos que el frío espacio de la casa de Los Ángeles. Había unas sillas gruesas y rojas de óxido, una alfombra mullida, un armario rústico abierto con un estéreo y estanterías llenas de libros y juegos. Sobre una gran bocina colocada en el suelo había piedras pintadas, y en una pequeña cómoda se veían fotos enmarcadas.
Fui a la cocina. En mi mente imaginé a cada uno de nosotros con una enorme rebanada de tocino frito, huevos estrellados y una pieza de pan tostado con mantequilla, desayunando en la cama, pero la realidad pronto me frenó. Del refrigerador me miraban un puerro enmohecido, una botella de concentrado de limón y una de cátsup.
—¡Oye!, no está permitido el cambio de ropa.
Me giré y me eché a reír.
Lucian estaba en el marco de la puerta. Llevaba sus jeans y tenía estrujado su tórax dentro de mi angosta sudadera de capucha. Rió y señaló hacia el refrigerador con la cabeza.
—Puerro al limón con cátsup. Ayer me preguntaba si era un platillo nacional estadounidense.
—Al menos no sería un platillo que probaría —le respondí, riendo, y miré a la ventana a través de la cual pasaban los rayos del sol.
—Ven, vamos a desayunar.
Lucian se quitó mi sudadera y los cabellos le quedaron revueltos. Estiró la mano para tomar la mía:
—Primero a ducharse —dijo, sonriéndome.
No fuimos a desayunar sino que "viajamos" a desayunar, y justo en un coche que me pareció robado. Solo cuando estuvimos delante de la casa y me quedé mirando a Lucian con el ceño fruncido, me percaté de que anoche no me había contado todo (por ejemplo, que había volado en primera clase a Estados Unidos, sin pagar, claro, y que había conducido personalmente por las calles de San Francisco).
El coche era un viejo Chevy azul cobalto que golpeteaba por todas partes. En el cristal posterior había una calcomanía de un hombrecillo negro con capucha que blandía un arma. Encima había un letrero que decía Voldemort votes Republican.
—Buena elección, brother —le dije, y me senté en el asiento del copiloto. El aire era bastante frío, pero olía maravilloso: a mar, montañas y sol.
—¿Y cómo diste con la casa? —le pregunté luego de que nos pusimos en marcha. El lado que daba al lago en que se encontraba la casa de mi bisabuelo estaba bastante solitario. No había visto ninguna otra casa por allí. Unos doscientos metros más adelante pasamos un amplio espacio para camping y descubrí asentamientos de pequeñas casas de verano de dos plantas, pero casi todas parecían estar vacías y solo en alguna que otra había un coche estacionado en la entrada; la mayoría de los establecimientos de alquiler de barcas por los que pasamos estaban cerrados.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...