Cuando Suse me abrió la puerta de su casa, necesité un par de segundos para convencerme de que la criatura ataviada en vinilo, toda de negro, era, en efecto, mi mejor amiga. Mi vista iba de sus botas a la rodilla, la elevada plataforma y los altos tacones, hasta una corta bata sin mangas, unida por cantidad de cadenas a un top de vinilo que dejaba ver la panza. Manos y antebrazos iban dentro de unos guantes negros de látex. La mano izquierda venía armada con una jeringa del grosor de un martillo de aire comprimido y sobre sus rizos, formando un tupé, se encontraba entronizada una cofia de laca con una cruz de color rojo sangre.
—¡Voilà! —dijo Suse, abriendo los brazos y dando una vuelta completa sobre sus altos tacones, para que yo pudiera ver los hot pants que le había dado Dimo y que resaltaban su vista posterior.
—Saludos, Hermana Enferma —musité—. ¿A quién vas a curar? ¿Al Dr.Jekyill o a Mr. Hyde?
—Estoy tratando al Dr. No —dijo, sonriendo maliciosamente—. Ya está recostado sobre la camilla y aguarda su maquillaje. ¿Cómo te va? Que buen corazón de Spatz que te ha dejado venir. Pero, ¿no traes nada para ponerte?
—Sí —señalé la bolsa de Fairy Tale, la tienda de alquiler de disfraces en Altona.
En tiempo récord de siete minutos y medio tuve la tranquilidad suficiente para encontrar lo que buscaba: un vestido de baile del año de la canica, de seda color marfil con abundantes encajes, mangas de trompeta y escote profundo. Además de esto, pesqué unos guantes de encaje, peinetas plateadas y un antifaz de satín color madre perla, cuajado de lentejuelas plateadas.
—¿Qué es esto? —preguntó Suse.
—Blancanieves en veneciano —repuse.
Suse frunció el ceño.
¿No crees que es demasiado cursi?
—¡Desde luego! Al menos mientras tú estés junto a mí, pareceremos polos opuestos. ¿Puedo entrar?
—¡Perdona! —mi amiga hizo un movimiento de brazos invitándome apasar.
Desde su cuarto sonaba Killer Kaczinksy, de Mando Diao.—¿Dónde está tu madre? —le pregunté a Suse mientras la seguía por el largo pasillo. Entendí Semental y Hotel, y no quise saber más. Dimo estaba sentado en el columpio techado. Llevaba ropa de cirujano de color azul claro y tenía una botella de cerveza en la mano.
—¡Hola! —dijo Dimo cuando Suse bajó la música a un volumen aceptable en la habitación—. ¿Todo bien? ¿Qué se siente ser fugitiva?
—¡Fantástico! —le respondí
Lo último que deseaba era conversar. Estaba de tan buen humor... que no podía concentrarme y menos con los comentarios de Dimo...
—¿Dónde está tu rubio amorcito? —preguntó ahora.
—Sí, claro —dijo Suse, dejando la jeringa a un lado—, ¿dónde anda Sebastián?
Me senté en la cama de Suse. Al lado estaba la jaula del hámster. Ozzy caminaba sin parar dentro de su rueda.
—No tenía ganas —respondí, desviando la conversación—. Ya lo conoces. No le gustan estas fiestas.
—¿Le dijiste que venías? —dijo Suse, mirándome fijamente.
No me sentía bien y no tenía ganas de justificarme. Pero tenía razón, Sebastián estaba seguro de que yo me quedaría en casa. Se molestaría. Reflexioné brevemente si debía pedirle a Suse que no le contara nada. Pero no encontré ningún motivo. O, mejor dicho, ningún motivo del que yo querría hablar. ¿Vendría Lucian? ¿Llegaría disfrazado? ¿Lo reconocería? Ysi no viniera, ¿volvería a verlo alguna vez?
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...