—Si esto es en realidad tan... fácil como usted afirma —intervine—, ¿por qué no lo hace todo el mundo? Con todo respeto, hay casos de muerte peores, mucho peores que el de Love... que el de su hombre. ¿Qué ocurrió con Emily, que se desangró en sus brazos? ¿Qué pasó con el hijo de Lovell, que murió niño? ¿Por qué sus acompañantes no dudaron? ¿Por qué sus acompañantes no decidieron salvar a su ser humano?
Tyger sonrió compasivamente:
—Para cada pregunta hay una única respuesta. No cualquiera lo hace. Para ser más exacto: ¡no lo hace casi nadie! Ya solo por la razón de que nosotros los acompañantes no sabemos que podemos tener esos sentimientos humanos, por principio de cuentas. En la vida de Lovell hubo incontables circunstancias que pudieron despertar en mí el deseo de salvarlo de su destino. Estuve presente cuando su padre le pegó hasta hacerle perder el conocimiento; estuve presente cuando encontró a su hermano que, por miedo al padre, se tiró por la ventana; estuve presente cuando huyó de su casa y cómo hizo por sobrevivir prácticamente con nada; estuve junto a él cuando escribía y construía sus historias como si fueran casas que muchas veces se derrumbaban porque los cimientos no eran los debidos, pero que siempre volvía a levantar. Yo leí sus palabras, incluso aquellas que nadie más vería porque las desechó y las sustituyó por otras.
Tyger regresó a la mesa. Apoyó las manos en el respaldo del sillón me miró a los ojos:
—Para decirlo de una vez: compartí sus sufrimientos y sus alegrías, pero no sentía como las personas sienten; yo no pensaba como piensan los seres humanos. Jamás tuve la más ligera duda sobre mi encomienda. Yo no era ni visto ni oído por él, y así ocurrió todo el tiempo, pero cuando quiso suicidarse, sucedió: sentí como ser humano y por eso quise ser como una persona para salvarlo.
El rostro de Tyger era ahora por completo límpido:
—Yo no puedo hablar por otros acompañantes. Hablo solo de lo que me impulsó en esos segundos. Con la diferencia de que aprendí el precio que por eso se tiene que pagar.
Mi sensación de triunfo se diluyó:
—¿Qué precio? —pregunté sin énfasis alguno—. ¿Con qué tenía usted que pagar?
—Con mi recuerdo —repuso—. Cuando yo vine a mí, era yo una persona sin pasado, sin ropas, sin líneas de la mano, y sentía un dolor en el pecho que no me podía explicar. Solo remitía ese dolor cuando podía estar cerca de ese ser humano: Ambrose Lovell. Era como un enlace invisible —Tyger frotó sus cuidados dedos unos contra otros. Noté que las lúnulas de sus uñas habían tomado un tono azulado, como de frío intenso.
"Lovell aparecía en mi vida una y otra vez —continuó—. Primero lo considerábamos una casualidad, pero en determinado momento no fue ya posible esa ilusión: donde él estaba, estaba yo; donde yo estaba, estaba él. Juntos, las cosas marchaban bien; separados, todo resultaba mal. Entre nosotros —Tyger me miró de soslayo— no había pasión alguna, lo cual aligeraba algo la situación; pero, por otro lado, no podíamos estar el uno sin el otro. No lográbamos entender esa atracción. Se nos aclaró solo a través del inconsciente."
Antes de que prosiguiera, supe a qué se refería. Dijo:
—Soñaba con Ambrose y se me representaban todas las situaciones posibles e imposibles, pero eran solo fragmentos, recortes, piezas de rompecabezas del pasado y del futuro —Tyger tomó el grabado, lo revolvió en sus manos y luego lo volvió a dejar—. En una ocasión soñé la muerte de Ambrose y lo vi colgado de la barra de la cortina.
Sentí un espasmo en el pecho, mi corazón marchaba a ritmo constante y al mismo tiempo el cerebro me producía imágenes. Cada latido parecía desencadenar una nueva imagen.
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Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...