Pienso, luego existo —Tyger sopló sobre su humeante tazade té—. ¿Qué les trae a la mente esta frase?
Era la mañana del miércoles y, en realidad, debía ser el profesor de filosofía, el señor Hoppenkamp, quien estuviera ante la clase. René Descartes debía ser el tema de hoy y tendríamos que estar ocupándonos de la biografía de tal filósofo francés, pero el señor Hoppenkamp estaba enfermo y nuestro maestro de inglés estaba sustituyéndolo.
—Cogito ergo sum —levantó la mano Lennart. Él estuvo con Suse y conmigo en la primaria, y mi mejor amiga lo consideraba como un cruce de jirafa y el cantante Heino, porque su largo y pálido cuello se volvía rojo en cuanto abría la boca, y lo hacía bastante a menudo pese a la fea imagen consecuente—. Así es la traducción al latín de esa frase. Descartes quiso afirmar que podemos dudar de todo lo que existe, pero no del propio "yo pensante". Quería decir...
—No he preguntado acerca de los argumentos de Descartes sobre este tema —lo interrumpió Tyger, sin remilgos—. He preguntado qué les trae a la mente a ustedes.
—Que la capacidad de pensar nos hace únicos —dijo Lilith Hopf, la chica del hocico de cerdo—. Nos diferencia de los seres inferiores, los animales.
—¿Quiere decir que los animales no existen? —Suse le lanzó a Lilith una mirada despreciativa—. No creo que mi hámster filosofe en su rueda giratoria pero no hay duda de que vive.
Una risita reprimida se sintió en toda el aula.
Los pensamientos son nuestra posesión más preciada —intervino Súper Mario. Su padre era el coordinador de la sociedad de padres de familia.
Janne lo odiaba porque en cada junta se alargaba con los debates—. El que seamos gordos o delgados, ricos o pobres, no significa nada al final.
Y profundizo en su afirmación:
—Quien recibe subsidios para sobrevivir, por tanto, tiene más valor que un idiota rico que solo tiene telarañas en la cabeza.
—Pero los idiotas también piensan —saltó Sebastián, el único al que Tygerle permitía hablar sin levantar antes la mano. Jenni y Paula, quienes se sentaban a derecha e izquierda de él, estaban pendientes de sus labios, y hasta Sheila se volteó para verlo.
—Yo puedo pensar en cuántos tarros de cerveza me voy a echar esta noche, a cuantas mujeres me eché el mes pasado o cómo le puedo lustrarla jeta al turco que tengo aquí al lado. Con todos esos pensamientos no me ganaré el Premio Nobel, pero son pensamientos.
—Los pensamientos son gratis —cantó Sheila y adoptó una pose como si estuviera ante el jurado de DSDS (Alemania busca a la Súper Estrella)—.Nadie puede adivinarlos...
—Y en muchos casos es una gran bendición— comentó Tyger—. ¿Hay todavía algún par de asociaciones más inteligentes? ¿Sí, Aaron?
—Coitus ergo sum —el payaso de la clase entró al quite con su disparate y obtuvo una estruendosa carcajada.
Hasta en los labios de Tyger se marcó una sonrisa divertida. Solo Sheila arrugó la frente con fuerza. Quería saber qué era eso del coito, y cuando Aaron le prometió mostrárselo en la primera oportunidad, la clase explotó en risas. También yo me puse a reír, aunque aquella misma mañana me sentí mal al levantarme y, de puro cansancio, apenas si los ojos me dejaban ver. La perspectiva de dos horas de «pastillas para dormir» con Hoppenkamp no era precisamente la mejor motivación, pero si hubiera sabido que me esperaba aquí mi profesor preferido, definitivamente me habría saltado la clase. Sin aviso, Tyger a las ocho de la mañana era simplemente demasiado para mí.
ESTÁS LEYENDO
Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...