—Sí —corroboré. Me sentía mal. No quería pensar en Finn y Faye. No quería pensar en la muerte. Sobre todo, no quería pensar. Quería echar la cobija sobre nosotros dos, y que bajo ella ambos desapareciéramos para siempre.
—¿Qué significa esto para ti ahora? —le pregunté a Lucian—. ¿Qué significa para los dos?
Me dolía expresarlo; era un auténtico dolor corporal, diferente del que ocasionó nuestra separación pero igual de insoportable.
—¿Puedes... quieres... regresar?
Pensé en las palabras de Faye: "Ambos tienen que querer", dijo. Me así fuerte de Lucian y él puso el brazo en torno a mí, pero esta vez me sujetó tan fuerte como yo a él.
—No —susurró en mi cuello—. No quiero regresar. No te dejaré sola. Me he convertido en ser humano porque te amo. Me transformé en hombre porque quise salvar tu vida, y los ángeles no pueden salvar, ¿no es así?
Tomó mi cara en sus manos.
—Tenemos que tratar de vivir juntos hasta que ocurra. Hemos de intentar no separarnos. Esta es nuestra única oportunidad.
—¿A qué viene eso de intentar? —grité como loca—. Deja de decir que sucederá. ¡No tiene que ocurrir! En el caso de Finn, la casa se incendió. Novell se suicidó. Un incendio nadie lo puede evitar y el suicidio no entra en mis planes. ¡Con nosotros es diferente, Lucian! Con nosotros se trata de un cuarto extraño que ni siquiera conocemos, que nada tiene que ver con mi vida. ¿Quién dice, pues, que debo aterrizar en ese cuarto de mierda?
—Rebecca —acarició mi pelo—, tú acabas de preguntármelo y yo te he dicho que sucederá.
—¿Cómo lo sabes?
Yo no podía, no quería quedarme tranquila con sus explicaciones; ¡ni siquiera lo eran!
Lucian miró por la ventana. Afuera ya casi había clareado del todo.
—¿Cómo sabes que tu vida está por acabarse? —preguntó, en vez de responderme—. ¿De dónde sabes que un día vas a tener que morir?
—¿Cómo va a ser de otra forma? —bufé—. No hay comparación. Todo... ser humano sabe que alguna vez tiene que morir.
—Eso es correcto —asintió—. Pero ¿cómo lo sabe?
—Pues porque todos mueren en determinado momento.
—¿Y de dónde sabes tú que no será diferente en tu caso, que contigo no se hará ninguna excepción?
—Porque... porque... ¡Ay maldita sea! —gemí, acorralada—. Me importa una mierda el que alguna vez tenga que morir; no se trata de eso. Se trata de ahora. Se trata de nosotros. Si creyera que no es posible cambiar nada, no estaría aquí, me habría quedado en Los Ángeles y me habría conformado con mi asquerosa suerte. ¡Pero no lo he hecho ni lo voy a hacer!
Callé rabiosa, mientras Lucian me acariciaba el pelo suavemente. A diferencia de mí, guardó silencio con más suavidad, pero eso me lo dijo todo: mis palabras no le habían llegado.
El cuarto se enfriaba cada vez más. Cuando tomé mi blusa recordé el sueño de Lucian acerca del mono de papel maché y la cubeta con pintura. ¡Esa es la mejor prueba! Le conté de atelier en Hamburgo y de la cocina sucia.
—Me pasó tal como lo soñaste, pero estaba preparada, de modo que impedí que la cubeta me cayera encima... Por tanto... —miré a Lucian, triunfante— no pasó. El aspecto del cuarto según el sueño lo conocemos de sobra. Por principio de cuentas, a nosotros no va a sucedernos, como a Faye con Finn. Aún si existiera esa habitación, lo único que tenemos que hacer es ¡no poner un pie ahí!
Me inundó nueva energía. Puse la mano en el brazo de Lucian.
—Regresemos con mi padre y hablemos con él —propuse, resuelta—. Él no es como Janne. Él también me protegerá y me escuchará. Nos escuchará y procurará ayudarnos.
—¿Sabe siquiera dónde estás? —preguntó Lucian.
—No —repuse—, y por primera vez desde que estoy aquí me doy cuenta de que mi padre no ha sabido absolutamente nada de mí desde hace dos días y dos noches.
"Podemos hablar con él —repetí, testaruda—. Nos va a ayudar y procurará que estemos juntos."
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Lucian.
Afuera cantó un pájaro, y yo me quede mirando a Lucian.
—Sencillamente lo sé; igual que tú.
La expresión de Lucian cambió. En su rostro apareció color nuevo, a sus ojos regresó el resplandor y las sombras se aclararon. La comisura izquierda de su boca se estremeció y se convirtió en la suave sonrisa que yo tanto amaba. Inhalé profundamente.
—¡Quiero una segunda oportunidad, Lucian! ¡Quiero una oportunidad contigo!
Lucian se recostó y miró al techo.
—Bien —respondió sin mirarme. Se volvió a incorporar—. Pongámonos en camino.
Continuara...
ESTÁS LEYENDO
Lucian (TERMINADA)
Teen FictionUna joven se enamora de un hombre que parece ser un vagabundo, y están unidos por algo: él es su ángel guardián, pero no recuerda nada porque padece amnesia. Lo único que sabe es que cada sueño que Lucian tiene sobre Rebecca, se hace realidad...