La advertencia de Dobby.

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Narra ___:

Subo a mi habitación, entro en esta  me encuentro con un elfo.

____: Amm, hola?

XX: ____ Salvatore, es un gran honor conocerla, soy Dobby, el elfo domestico. 

____: No quiero ser grosera, ¿pero que hace aquí?

Doddy: Es...que...señorita...esta...en peligro...

Narra Harry

No gritó, pero estuve a punto. La pequeña criatura que yace en la cama tiene unas grandes orejas, parecidas a las de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones del tamaño de pelotas de tenis. En aquel mismo instante, tengo la certeza de que aquella cosa es lo que le he estado vigilando por la mañana desde el seto del jardín.

La criatura y yo nos quedamos mirando uno al otro, y oigo la voz de Dudley proveniente del recibidor.

Dudley: ¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?

Aquel pequeño ser se levanta de la cama e hace una reverencia tan profunda que toca la alfombra con la punta de su larga y afilada nariz. Me doy cuenta de que va vestido con lo que parece un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas.

Harry: Esto..., hola —saludó, azorado.

XX: Harry Potter —dice la criatura con una voz tan aguda que estoy seguro de que se ha oído en el piso de abaje—, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerle, señor... Es un gran honor...

Harry: Gra-gracias —respondo, avanzan pegado a la pared alcanzó la silla del escritorio y me siento. A mi lado esta Hedwig, dormida en su gran jaula. Quiero preguntarle «¿Qué es usted?», pero pienso que sonara demasiado grosero, así que digo:

Harry: ¿Quién es usted?

XX: Dobby, señor. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico —contestó la criatura.

Harry: ¿De verdad? —digo—. Bueno, no quisiera ser descortés, pero no me conviene precisamente ahora recibir en mi dormitorio a un elfo doméstico.

De la sala de estar llega las risitas falsas de tía Petunia. El elfo baja la cabeza.

Harry: Estoy encantado de conocerlo —me apresuró a añadir—. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?

Dobby: Sí, señor —contesta con franqueza—. Dobby ha venido a decirle, señor..., no es fácil, señor... Dobby se pregunta por dónde empezar...

Hary: Siéntese —digo educada mente, señalo la cama.

Para consternación mía, el elfo rompe a llorar, y además, ruidosamente.

Dobby: ¡Sen-sentarme! —gimió—. Nunca, nunca en mi vida...

Parezco oír que en el piso de abajo hablan entre cortada mente.

Harry: Lo siento —murmuró—, no quise ofenderle.

Dobby: ¡Ofender a Dobby! —repone con voz disgustada—. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara..., como si fuera un igual.

Procuro hacer «¡chss!» sin dejar de parecer hospitalario, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sienta hipando. Parece un muñeco grande y muy feo. Por fin consigue reprimirse y se quedó con los ojos fijos en mi, mirandome con devoción.

Harry: Se ve que no ha conocido a muchos magos educados —digo  intentándolo animar.

Dobby niega con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levanta y se pone a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: «¡Dobby malo! ¡Dobby malo!»

Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora