Narra Harry:
Harry: ¿Tu...?
Sirius: Sí, mi querida y anciana madre —afirma—. Llevamos un mes intentando bajarla, pero creemos que ha hecho un encantamiento de presencia permanente en la parte de atrás
del lienzo. Rápido, vamos abajo antes de que despierten todos otra vez.Harry: Pero ¿qué hace aquí un retrato de tu madre? —pregunto, desconcertado, mientras salimos por una puerta del vestíbulo y bajamos un tramo de estrechos escalones de piedra seguidos de los demás.
Sirius: ¿No te lo ha dicho nadie? Ésta era la casa de mis padres —responde—. Pero yo soy el único Black que queda, de modo que ahora es mía. Se la ofrecí a Dumbledore como cuartel general; es lo único medianamente útil que he podido hacer.
Espero un recibimiento más caluroso, me fijó en lo dura y amarga que suena la voz de Sirius. Sigo a mi padrino hasta el final de la escalera y por una puerta que conduce a la cocina del sótano.
La cocina, una estancia grande y tenebrosa con bastas paredes de piedra, no es menos sombría que el vestíbulo. La poca luz que ha procede casi toda de un gran fuego que prende al fondo de la habitación. Se vislumbra una nube de humo de pipa suspendida en el aire, como si allí se han librado una batalla, y a través de ella se distinguen las amenazadoras formas de unos pesados cacharros que cuelgan del oscuro techo. Llevan muchas sillas a la cocina con motivo de la reunión, y están colocadas alrededor de una larga mesa de madera cubierta de rollos de pergamino, copas, botellas de vino vacías y un montón de algo que parecen trapos. El señor Weasley y su hijo mayor, Bill, hablan en voz baja, con las cabezas juntas, en un extremo de la mesa.
La señora Weasley carraspea. Su marido, un hombre delgado y pelirrojo que está quedándose calvo, con gafas con montura de carey, mira alrededor y se pone en pie de un brinco.
Sr. Weasley: Harry! —exclama; va hacía mi para recibirme y me estrecha la mano con energía—. ¡Cuánto me alegro de verte!
Detrás del señor Weasley, veo a Bill, que todavía lleva el largo cabello recogido en una coleta, enrollando con precipitación los rollos de pergamino que quedan encima de la mesa.
Bill: ¿Has tenido buen viaje, Harry? —me pregunta mientras intenta recoger doce rollos a la vez—. ¿Así que Ojoloco no te ha hecho venir por Groenlandia?
Tonks: Lo intentó —interviene; va hacia Bill con aire resuelto para ayudarlo a recoger, y de inmediato tira una vela sobre el último trozo de pergamino—. ¡Oh, no! Lo siento...
Sra. Weasley: Dame, querida —dice con exasperación, y repara el pergamino con una sacudida de su varita. Con el destello luminoso que causa el encantamiento de la señora Weasley, alcanzo a distinguir brevemente lo que parece el plano de un edificio.
La señora Weasley ve cómo miro el pergamino, agarra el plano de la mesa y se lo pone en los brazos a Bill, que ya va muy cargado.
Bill: Estas cosas hay que recogerlas enseguida al final de las reuniones —le espeta, y luego
va hacia un viejo aparador del que empezó a sacar platos.Bill saca su varita, murmura: «¡Evanesco!» y los pergaminos desaparecieron.
Sirius: Siéntate, Harry —dice—. Ya conoces a Mundungus, ¿verdad?
Aquella cosa que he tomado por un montón de trapos emite un prolongado y profundo ronquido y despierta con un respingo.
Mundungus: ¿Alguien ha pronunciado mi nombre? —masculla, adormilado—. Estoy de
acuerdo con Sirius... —Levanta una mano sumamente mugrienta, como si esté emitiendo un voto, y mir a su alrededor con los enrojecidos ojos desenfocados.
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Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)
FanficLa vida de una Salvatore no es para nada fácil sobre todo con un pasado familiar que siempre te atormentara, más que nada en el ámbito de que muchos van a buscar la manera de querer matarte, y sin embargo el tener un lugar tan protegido como es Hog...