Dudley, Dementado

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Narradora con sueño: 

El día más caluroso en lo que va de verano llega a su fin, y un silencio amodorrante se extiende sobre las grandes y cuadradas casas de Privet Drive. Los habitantes de Privet Drive se han refugiado en el fresco interior de las casas, con las ventanas abiertas de par en par, en el vano intento de atraer una inexistente brisa. El único que se ha quedado fuera es un muchacho que está tumbado boca arriba en un parterre de flores, frente al número 4.

Harry, que tiene el aspecto enclenque y ligeramente enfermizo de que ha crecido mucho en poco tiempo. El aspecto de Harry no le granjea el cariño de sus vecinos, quienes son de esa clase de gente que cree que el desaliño debe estar castigado por la ley; pero como el chico se ha escondido detrás de una enorme mata de hortensias, esa noche los transeúntes no pueden verlo. De hecho, sólo lo pueden descubrir su tío Vernon o su tía Petunia, si asoman la cabeza por la ventana del salón y miran hacia el parterre que hay debajo.

En general, Harry cree que debe felicitarse por tener tenido la idea de esconderse allí. Quizá no este muy cómodo tumbado sobre la dura y recalentada tierra, pero al menos en aquel lugar nadie le lanza miradas desafiantes ni hace rechinar los dientes hasta tal punto que no puede oír las noticias, ni lo acribillaba a desagradables preguntas, como ha ocurrido cada vez que había intentado sentarse en el salón para ver la televisión con sus tíos.

De pronto, como si aquel pensamiento ha entrado revoloteando por la ventana abierta, se escucha la voz de Tío Vernon.

Vernon: Me alegro de comprobar que el chico ha dejado de intentar meterse donde no lo llaman. Pero ¿dónde andará?

Petunia: No lo sé —contesta con indiferencia—. En casa no está.

Tío Vernon suelta un gruñido.

Vernon: «Ver las noticias»... —dice en tono mordaz—. Me gustaría saber qué es lo que se trae entre manos. Como si a los chicos normales les importara lo que dicen en el telediario. Dudley no tiene ni idea de lo que pasa en el mundo, ¡dudo que sepa siquiera cómo se llama el Primer Ministro! Además, ni que fueran a decir algo sobre su gente en nuestras noticias...

Petunia: ¡Vernon! ¡Chissst! —le advierte—. ¡La ventana está abierta!

Vernon: ¡Ah, sí!... Lo siento, querida.

Los Dursley se quedan callados. Harry oye la cancioncilla publicitaria que anuncia los cereales Fruit'n'Bran mientras observa a la señora Figg, una anciana chiflada amante de  los gatos que vive en el cercano paseo Glicinia y que en ese momento camina sin ninguna prisa por la acera. Va con el entrecejo fruncido y refunfuña, y Harry se alegra de estar escondido detrás de las hortensias, pues últimamente a la señora Figg le ha dado por invitarlo a tomar el té cada vez que se lo encuentra en la calle. Ya ha doblado la esquina y se ha perdido de vista cuando la voz de tío Vernon vuelve a salir flotando por la ventana.

Vernon: ¿Y Dudders? ¿Ha ido a tomar el té?

Petunia: Sí, a casa de los Polkiss —responde con ingenuidad—. Tiene tantos amiguitos, es tan popular...

Harry hace un esfuerzo y contiene un bufido. Los Dursley están en la inopia respecto a su hijo Dudley. Se han tragado todas esas absurdas mentiras de que durante las vacaciones de verano cada tarde va a tomar el té con diferentes miembros de su pandilla. Harry sabe muy bien que Dudley no ha ido a tomar el té a ninguna parte: todas las noches él y sus amigos se dedican a destrozar el parque, fuman en las esquinas y lanzan piedras a los coches en marcha y a los niños que pasan por la calle. Harry los ha visto en acción durante sus paseos nocturnos por Little Whinging, pues ha pasado la mayor parte de las vacaciones deambulando por las calles y hurgando en los cubos de basura en busca de periódicos.

Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora