El Traslador

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Narradora no con un buen humor que digamos: 

Cuando, en la habitación de Ron, la señora Weasley lo zarandea para despertarlo, a Harry le parece que acaba de acostarse. (Todos cuando nos vamos a dormir temprano tocamos solo la almohada y ya se escucha el puto despertador de mierda).

Sra. Weasley: Es la hora de irse, Harry, cielo —le susurra, dejándolo para ir a despertar a Ron.

Harry busca las gafas con la mano, se las pone y se sienta en la cama.

Todavía esta oscuro. Ron dice algo incomprensible mientras su madre lo levanta. A los pies del colchón ve dos formas grandes y despeinadas que surgen de sendos líos de mantas.

Fred: ¿Ya es la hora? —pregunta, más dormido que despierto.

Se visten en silencio, demasiado adormecidos para hablar, y luego, bostezan y desperezándose, los cuatro bajan la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley remueve el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprueba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levanta la vista cuando los chicos entran y extiende los brazos para que pueda ver mejor la ropa. Lleva lo que parece un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le ven algo grandes y que sujetan a la cintura con un grueso cinturón de cuero.

Sr. Weasley: ¿Qué les parece? —pregunta—. Se supone que vamos de incógnito...¿Parezco un muggle, Harry?

Harry: Sí —responde, sonriendo—. Está muy bien.

George: ¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? —pregunta, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

Sra. Weasley: Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dice, cargando con la olla hasta la mesa y comienza a servir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

Harry sabe que aparecerse es algo muy difícil; hay que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

Fred: O sea, que siguen en la cama... —dice de malhumor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no podemos aparecernos nosotros también?

Sra. Weasley: Porque no tienen la edad y no han pasado el examen —contesta bruscamente—. ¿Y dónde se han metido esas chicas?

Salió de la cocina y la escuchan subir la escalera.

Harry: ¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —pregunta.

Sr. Weasley: Desde luego —responde, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del pantalón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagradables. Esos dos que les digo se escindieron.

Todos hacen gestos de desagrado menos Harry.

Harry: ¿Se escindieron? —repite, desorientado.

Sr. Weasley: La mitad del cuerpo quedó atrás —explica, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas—. Y, por supuesto, estaban inmovilizados. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que esperar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vieron los trozos que habían dejado atrás...

Harry se imaginó en ese instante un par de piernas y un ojo tirados en la acera de Privet Drive.

Harry: ¿Quedaron bien? —pregunta, asustado.

Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora