La Vista

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Narra Harry: 

No puedo contener un grito de asombro. La enorme mazmorra en la que he entrado me resulta espantosamente familiar. No sólo la he visto antes, sino que he  estado allí. Es el lugar que he visitado dentro del pensadero de Dumbledore, donde he  visto cómo sentencian a los Lestrange a cadena perpetua en Azkaban.  

Las paredes son de piedra oscura, y las antorchas apenas las iluminan. Hay gradas vacías a ambos lados, pero enfrente, en los bancos más altos, hay muchas figuras entre sombras. Están hablando en voz baja, pero cuando la gruesa puerta se cierra detrás de mi se hace un tremendo silencio. 

Una fría voz masculina resuena en la sala del tribunal: 

xx: Llegas tarde.

Harry: Lo siento —me disculpo, nervioso—. No... no sabía que habían cambiado la hora y el lugar. 

xx: De eso no tiene la culpa el Wizengamot —dice la voz—. Esta mañana te hemos enviado
una lechuza. Siéntate.  

Miro la silla que hay en el centro de la sala, que tengo los reposabrazos cubiertos de cadenas. He visto cómo aquellas cadenas cobran vida y atan a la persona que se ha sentado en la silla. Echó a andar por el suelo de piedra y mis pasos producen un fuerte eco. Me siento, con cautela, en el borde de la silla, las cadenas tintinean amenazadoramente, pero no me atan. Estoy muy mareado, a pesar de lo cual miró a la gente que está sentada en los bancos de enfrente. 

Hay unas cincuenta personas que, por lo que pudo observar, llevan túnicas de color morado con una ornamentada «W» de plata en el lado izquierdo del pecho; todos me miran fijamente, algunas con expresión muy adusta, y otras con franca curiosidad.  

En medio de la primera fila está Cornelius Fudge, el ministro de la Magia. Una bruja de mandíbula cuadrada y con el pelo gris muy corto está sentada a la izquierda de Fudge; lleva un monóculo y su aspecto era verdaderamente severo. A la derecha de Fudge hay otra bruja, pero está sentada con la espalda apoyada en el respaldo del banco, de manera que su rostro queda en sombras.

Fudge: Muy bien —dice—. Hallándose presente el acusado, por fin podemos empezar. ¿Están preparados? —pregunta a las demás personas que ocupan el banco. 

xx: Sí, señor —responde una voz ansiosa que reconozco al instante.

Es Percy, que está sentado al final del banco de la primera fila. Miro a Percy esperando ver en su rostro alguna señal de reconocimiento, pero no la  encuentro. Percy tiene los ojos clavados en su pergamino, y una pluma preparada en la mano. 

Fudge: Vista disciplinaria del doce de agosto —comienza con voz sonora, y Percy empieza a tomar notas de inmediato— por el delito contra el Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad y contra el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos, cometido por Harry James Potter, residente en el número cuatro de Privet Drive, Little Whinging, Surrey. »Interrogadores: Cornelius Oswald Fudge, ministro de la Magia; Amelia Susan Bones, jefa del Departamento de Seguridad Mágica; Dolores Jane Umbridge, subsecretaria del ministro. Escribiente del tribunal, Percy Ignatius Weasley... 

xx: Testigo de la defensa, Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore —dice una voz queda
por detrás de mi, quien gira la cabeza con tanta brusquedad que se hace daño en el cuello.

En ese instante Dumbledore cruza con aire resuelto y sereno la habitación; lleva una larga túnica de color azul marino y la expresión de su rostro es de absoluta tranquilidad. Su barba y su melena, largas y plateadas, relucen a la luz de las antorchas; llega junto a mi y mira a Fudge a través de sus gafas de media luna, que reposan hacia la mitad de su torcida nariz. 

Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora