Alboroto en el Ministro

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Narradora estudiando para mi examen 😢😖: 

El señor Weasley los despierta cuando llevan sólo unas pocas horas durmiendo. Usa la magia para desmontar las tiendas, y dejan el cámping tan rápidamente como pueden. Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, ven que tiene un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle los despide con un vago.

Sr. Roberts: «Feliz Navidad».

Sr. Weasley: Se recuperará —asegura en voz baja, de camino hacía el páramo—. A veces, cuando se modifica la memoria de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.

Al acercarse al punto donde se hayan los trasladores se oyen  voces insistentes. Llegan, ven a Basil, el que esta a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigen abandonar el cámping lo antes posible. El señor Weasley discute también breve mente con Basil, y termina poniéndose en la cola. Antes de que salga el sol cogieron un neumático viejo que los lleva a la colina de Stoatshead. Con la luz del alba, regresan por Ottery St. Catchpole hacía La Madriguera, hablando muy poco porque están cansados y no piensan más que en el desayuno. Cuando doblan el recodo del camino y La Madriguera aparece a la vista, les llega por el húmedo camino el eco de una persona que grita:

Sra. Weasley: ¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

La señora Weasley, que evidentemente los ha estado aguardando en el jardín delantero, corre hacía ellos, todavía calzada con las zapatillas que se pone para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

Sra. Weasley: ¡Arthur, qué preocupada me han tenido, qué preocupada!

Le echa a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cae de la mano. Al mirarlo en el suelo, Harry distingue el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que muestra la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

Sra. Weasley: Están todos bien —murmura como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos—. Están vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, toma a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocan.

Fred: ¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

Sra. Weasley: ¡Pensar que los reñí antes de que se fueran! —dice, comenzando a sollozar—. ¡No he pensado en otra cosa! Que si los atrapaba Quien-usetedes-saben, lo último que yo les había dicho era que no habían tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

Sr. Weasley: Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien —le dice en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacía la casa—. Bill —añade en voz baja—, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.

Una vez que entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione y __________ han preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley, en el que su marido insiste en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entrega el periódico a su padre. Éste echa un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

Sr. Weasley: Me lo imaginaba —dice resoplando—. «Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

Percy: ¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Magia! —exclama furioso—. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos...

Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora