Narra Harry:
Dejamos la escalera de piedra y la profesora McGonagall llama a la puerta. Ésta se abre silenciosamente y entramos. La profesora McGonagall me pide que espere y me deja solo.
Miro a mi alrededor. Una cosa es segura: de todos los despachos de profesores que he visitado este año, el de Dumbledore es, con mucho, el más interesante. Si no he tenido tanto miedo a ser expulsado del colegio, estoy disfrutado observando todo aquello.
Es una sala circular, grande y hermosa, en la que se escucha multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas hay chismes muy extraños que hacen ruiditos y echa pequeñas bocanadas de humo.
Las paredes están cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que duermen encerrados en los marcos. Hay también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, hay un estante, un sombrero de mago ajado y roto: es el Sombrero Seleccionador. Lo dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que hay en las paredes. Seguramente no hay ningún mal poniéndomelo de nuevo. Sólo para ver si..., sólo para asegurarme de que me ha colocado en la casa correcta.
Me acercó sigilosamente al escritorio, tomo el sombrero del estante y se lo pongo despacio en la cabeza. Es demasiado grande y me cae sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión en que se lo había puesto.Espero pero no pasó nada. Luego, una sutil voz se escucha.
Sombrero Seleccionador: No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?
Harry: Mmm, no —respondo—. Este..., lamento molestarte, pero quiero preguntarte...
Sombrero Seleccionador: Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada. Sí..., tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero mantengo lo que dije... aunque —contengo la respiración— podrías haber ido a Slytherin.
El corazón me da un vuelco. Tomo el sombrero por la punta y me lo quitó. Queda colgando de mi mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.
Harry: Te equivocas —digo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero. Éste no se mueve. Me separó un poco, sin dejar de mirarlo. Entonces, un ruido como de arcadas le hace volver completamente.
No estoy solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, hay un pájaro de aspecto decrépito que parece un pavo medio desplumado. Lo miró, y el pájaro me devuelve una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parece muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras Harry lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.
Estoy pensando en que lo único que me falta es que el pájaro de Dumbledore se muere mientras estoy con él a solas en el despacho, pero el pájaro comienza a arder.
Me sale un grito de horror y retrocedo hasta el escritorio. Buscó si hay cerca un vaso con agua, pero no veo ninguno. El pájaro, mientras tanto, se hay convertido en una bola de fuego; emite un fuerte chillido, y un instante después no queda de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.
La puerta del despacho se abre. Entra el profesor Dumbledore, con aspecto sombrío.
Harry: Profesor —digo nervioso—, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder...
Dumbledore: Ya era hora —dice—. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.
Dumbledore: Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus cenizas. Mira...
Dirijo mi vista hacia la percha a tiempo de ver un pollito diminuto y arrugado que asoma la cabeza por entre las cenizas. Es igual de feo que el antiguo.
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Siempre a tu lado (Harry Potter y tu)
FanficLa vida de una Salvatore no es para nada fácil sobre todo con un pasado familiar que siempre te atormentara, más que nada en el ámbito de que muchos van a buscar la manera de querer matarte, y sin embargo el tener un lugar tan protegido como es Hog...